Contra el terrorismo, y más

No era el día para mezclar el homenaje a las víctimas y el rechazo al terrorismo con otras cuestiones, pero quedó clara la indignación que ha calado en muchos ciudadanos

27 agosto 2017 06:00 | Actualizado a 27 agosto 2017 06:11
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La gran manifestación de Barcelona contra los atentados yihadistas de la semana pasada reunió a medio millón de personas, según las estimaciones oficiales. Discurrió entre gritos de ‘No tinc por’ –lema de la convocatoria– y pancartas en favor de la paz y la concordia y de condena al terrorismo. Pero también entre muchas otras consignas y carteles con duras críticas a las autoridades presentes, especialmente al Rey y al Gobierno español. La gran pitada con la que fueron recibidas las máximas autoridades del Estado fue uno de los momentos menos edificantes de la tarde, porque todo el mundo debe ser bienvenido a la hora de expresar colectivamente el sentir de Barcelona y Catalunya frente la barbarie terrorista. No era el día para mezclar el homenaje a las víctimas y el rechazo a la violencia con otras reivindicaciones, pero lo cierto es que las decenas de miles de asistentes expresaron libremente sus sentimientos en más direcciones. Más allá de polémicas sobre la instrumentalización política del acto, de la amplia presencia de banderas independentistas o de la participación del rey Felipe VI, quedó claro que entre buena parte de la ciudadanía ha calado una profunda indignación por las políticas de Estado en relación con los países que han impulsado y financiado los brazos armados del integrismo islámico. Así las cosas, vale la pena quedarse con el breve acto celebrado en la plaza de Catalunya para concluir la masiva manifestación. Rosa Maria Sardà clamó: «Si su ideología es la muerte, la nuestra es una apuesta decidida por la vida», mientras que Míriam Hatibi apeló al respeto por la diversidad cultural y las creencias. También ensalzaron la solidaridad de los catalanes en momentos complicados, y agradecieron la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad: entonces la plaza enmudeció para protagonizar un sonoro aplauso. Después sonó El cant dels ocells interpretado al violonchelo, tal como lo popularizó Pau Casals. Un instante de enorme emotividad que cerró una tarde que volvió a mostrar la compleja realidad política de la sociedad catalana actual.

 

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