Corre, corre 'per pedes apostulorum'

Los ricos están destronados, el deporte ha acabado por democratizarse

19 mayo 2017 23:08 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:18
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El deporte se practica de modo amplio y sistemático desde hace más o menos 170 años, y correr siempre ha formado parte de toda actividad deportiva. Te pones unas zapatillas y corres. ¡Y punto! ¿Por dónde? ¡Por donde puedas! ¿Cuánto tiempo? ¡El que puedas! Correr no requiere montura, ni accesorio, ni ser socio de un club o de una federación, no depende del tiempo ni de la hora. Correr es gratis. Como el aire. Es la actividad deportiva perfecta para los pobres. Así se ponen en forma para el trabajo en las fábricas, no beben demasiado ni se pelean entre ellos. Y hay otro aspecto interesante de por qué se fomentó este deporte entre las masas: el padre del deporte alemán, Friedrich Ludwig Jahn (1778-1852), el Turnvater Jahn, como le llaman los alemanes, inició la gimnasia y el correr sistemático para que los jóvenes proletarios estuvieran entrenados para posibles guerras. Por aquel tiempo tenían lugar las batallas contra la ocupación napoleónica.

Los deportes en sí y desde hace mucho más de 170 años han sido el privilegio de los aristócratas y de los ricos. A su manera de ver las cosas, para hacer deporte se necesita terreno. Y se precisa también de equipamiento. El deporte más antiguo y más lujoso (después el guerra) es la caza; se requieren muchas cosas para practicarlo. Pero también hay otros deportes exclusivamente para ricos: el golf, el polo, el esquí o el tenis; no pueden practicarse sin raquetas, sin palos, sin caballos, sin terreno... y el terreno tiene que estar bien cuidado. Un césped inmaculado. Tienes que ser socio de un club para practicarlo, pagar las mensualidades, comprar pelotas, alimentar al caballo etc.

En la película Forrest Gump se nos muestra que quien primero tuvo la idea de correr fue un tonto. En esta época correr se llamaba «jogging». Y así hubo, entonces, zapatillas de jogging, camisetas de jogging, shorts de jogging, traje de jogging. Este último «traje», llamado chándal en España, fue inventado para hacer deporte, después mutó para convertirse en el traje que un director norteamericano de banco se ponía los domingos; y de allí salpicó directamente a los guetos de las grandes urbes y se convirtió en el vestido de los chorizos, posteriormente de los traficantes de droga y un poco más tarde de los cantantes de rap adornados con cadenas de oro. «Correr» pasó a significar también «escapar de la policía».

Pero los tiempos cambian. La caza es cosa de bobos o de políticamente incorrectos, el golf se ha popularizado por completo, el tenis se practica en todas partes, solo el polo sigue siendo algo complicado: ¿dónde dejo el caballo? Pero bueno, me pongo una camiseta polo estampada de La Martina y listo. Los ricos están destronados, el deporte ha acabado por democratizarse y todo el mundo puede practicar cualquier disciplina.

Es en ese preciso instante cuando llega el «running». No «correr», ni «footing» ni «jogging», nada que ver con traficantes de drogas que esquivan a la policía, ahora es «running» en perfecto spanglish. Y justo en el momento en el que el pueblo participa por fin en todas las actividades, las zapatillas para el «running» valen muchos euros, la ropa térmica y de goretex también. Se han formado clubs de running, asociaciones de running, tiendas de running («Runner’s world», análogo al «Mundo Abuelo»), los del running forman la élite de los clubs de tenis. Si antes cada pueblo necesitaba un festival de cine, hoy cada aldea tiene una maratón. Los que tienen poder adquisitivo van a la maratón de Santander, de San Sebastián, de Sevilla o de Segovia; si tienes más dinero, entonces vas a la maratón de San Francisco o de Shanghái, por mencionar únicamente ciudades con la letra «s». Que los pobres corran por la arena de la Platja Llarga, que nosotros viajamos lejos y así acabamos estando entre nosotros mismos otra vez.

También existen parques temáticos de running. «Cavalls del vent», «Carros de foc» ambos en el pirineo, o «Estells del sud» en los Ports… por mencionar solo tres. Allí puedes hacerte entre 80 y 100 kilómetros con un desnivel acumulado de 10.000 metros o más, y con suerte y buen tiempo te haces unos selfies fantásticos en las altas cimas, en los valles, antes de salir fresco como una rosa y después como un trapo mojado, solo, en grupo o con animales encontrados en el run. Lo pones en facebook o instagram y te preparas para atacar el próximo parque con el iPhone 6s bien sujeto al bíceps. ¡Listo!

Pero running es mucho más. El último grito se llama «run the city». Esta frase es fantásticamente ambigua porque significa tanto correr en una ciudad como controlar una ciudad, gobernarla. Este running urbano está perfectamente comercializado, vas a Nueva York, París, Berlín para «running la ciudad». Los runners flipan: «es la primera vez que veo Madrid, que reconozco Londres, que exploro Melbourne como realmente es…». Te unes a la ciudad que dominas «running» por sus calles. Flipo en Ámsterdam, alucino en Hong Kong, estoy «high» en Copenhague… y no con drogas en un traje rancio de jogging, no, con mis propias endorfinas, hormonas de la felicidad, adicto a mí mismo y al grupo de otros adeptos que me rodea.

Otro selfie-attack en las grandes urbes.

Pero claro, ya no hay nada gratis y cada cosa tiene su precio. Y no me refiero al billete a Johannesburgo, ni al hotel de 5 estrellas de los runners unidos allí, ni a la cuota de afiliación al club de running más destacado de la urbe, ni a las bebidas vitaminadas, las comidas energéticas, los eventos, ni a las zapatillas con suela de silicona fina colocada con los pequeños y delicados dedos de los niños en las Filipinas porque los adultos no pueden hacerlo con sus dedos butifarra, no, me refiero a correr sobre el asfalto puro y duro que, tal como sugieren algunos estudios recientes sobre esta adicción, destroza la rodilla, los tobillos y los ligamentos. Pero bueno, esto se consulta a un precio entre medio y alto a un médico naturista que utiliza cintas de varios colores en los ligamientos afectados para que las frecuencias causadas por el mismo color curen el daño causado por los excesos. Y encima tiene un aspecto fantástico y multicolor en un buen selfie puesto en el facebook.

Corre, corre, corre.

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