Corrupció barata

Ni la devolución de lo robado ni la confesión de culpa puede ser más que un atenuante

19 mayo 2017 18:09 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:11
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En los albores de la Transición se dijo, y con razón, que este empezaba a ser un país serio y solvente porque, a partir de la reforma fiscal de Francisco Fernández Ordóñez en 1977, los defraudadores podían ir a la cárcel.

Mucho ha llovido desde entonces, mucha agua ha pasado bajo los puentes y mucha corrupción se ha derramado sobre este país, y diríase que hemos padecido una regresión porque aquel axioma ya no se cumple. Hace unos días, veíamos con estupor cómo los Carceller, padre e hijo, considerados por la fiscalía como los mayores defraudadores de la historia de España, se libraban de la cárcel e incluso del banquillo de los acusados pagando 90 millones de euros, y acaba de saberse que el expresidente de Baleares Jaume Matas, implicado en un sinnúmero de tropelías en la etapa más sórdida que ha vivido autonomía alguna en este país, ha llegado a un acuerdo con el fiscal anticorrupción para eludir la cárcel a cambio de una confesión completa. Ni la devolución de lo robado ni la confesión de culpa puede ser más que un atenuante del delito, y, por supuesto, es inaceptable que la pena de prisión desaparezca tan fácilmente. No deseo mal a nadie, ni siquiera a los defraudadores, pero estas noticias estimulan, en lugar de disuadir, a los desaprensivos.

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