Crisis en el régimen castrista: Los cubanos esperan más de la comunidad internacional

 Las protestas en Cuba son inéditas. Tras casi siete décadas de comunismo, el modelo se ha demostrado un fracaso, y el embargo no es el único culpable

18 julio 2021 17:50 | Actualizado a 19 julio 2021 05:10
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Algo se mueve en Cuba. El domingo de la semana pasada miles de cubanos salieron a las calles de varias ciudades de la isla para protestar. Lo hicieron unidos por el grito de «libertad» y «abajo la dictadura»; y por el número de participantes y marchas, los analistas aseguran que se trata de las más relevantes en décadas.

Las protestas se iniciaron en la ciudad de San Antonio de los Baños, en el suroeste de La Habana, y se extendieron como la pólvora por todo el país.

La crisis del coronavirus ha sido la gota que ha colmado la paciencia de los cubanos. Si bien el régimen pudo contener la pandemia los primeros meses, en las últimas semanas el virus ha colapsado centros de salud y los casos se multiplican sin control. El gobierno, que anunció su propia vacuna, no ha demostrado todavía que ésta funcione, y los datos no acompañan.

A la crisis de salud se suma la crisis económica ahondada por las medidas adoptadas para contener la pandemia. El turismo, la principal fuente de ingresos del país, está prácticamente paralizado.

Cuba vive una las mayores crisis de salud y económica desde el llamado «periodo especial», la crisis a inicios de los años 90 que coincidió con la caída de la Unión Soviética.

Ante la situación, el régimen busca –como ha hecho siempre–, culpables fuera... sobre todo en Estados Unidos, «el imperio». Pero con la apertura tecnológica, es decir las redes sociales e Internet –que aunque pequeña está siendo crucial–, le resulta ya muy difícil esconder la evidencia.

El embargo tiene sin duda un impacto. Es innegable. Esa ley de casi seis décadas que impide el comercio con Estados Unidos y sanciona a quien lo tenga. Pero el embargo no es el culpable del fracaso de Cuba. Lo es su trasnochado sistema socialista y la corrupción y la cleptocracia que lo acompañan, que permite el enriquecimiento de las élites del régimen mientras la mayoría de su gente muere en vida.

No es cierto que el embargo limite la llegada de medicamentos o alimentos. Prueba de ello es que la primera medida que adoptó el gobierno de Miguel Díaz-Canel tras las protestas fue la de permitir que los viajeros que lleguen a Cuba lleven comida, productos de aseo y medicamentos ilimitados sin pagar impuestos en la aduana. ¿Si la isla vivía un momento de extrema escasez por qué el régimen imponía esas restricciones? Para controlar ellos la economía en ese, como decía antes, fracasado modelo socialista.

La Casa Blanca confirmó en las últimas horas que sigue ‘revisando’ su política hacia Cuba en la que cualquier modificación buscará incentivar un cambio de comportamiento del Gobierno cubano. Joe Biden no lo tiene fácil porque cualquier apertura, en ese modelo de control, tiene un impacto directo sobre los acólitos del régimen. Tampoco puede levantar el embargo por orden ejecutiva al tratarse de una ley que sólo puede cambiar el Congreso (Obama llevó hasta el extremo su poder ejecutivo cuando decidió acercarse a Cuba).

Pero no solo se puede mirar a Estados Unidos cuando se busca una solución con Cuba. ¿Dónde está la condena de la comunidad internacional a la represión y la falta de libertades que impone el régimen a los cubanos? Los silencios o la falta de contundencia de gobiernos, particularmente socialistas o socialdemócratas, con el régimen cubano siguen siendo atronadores y se convierte, de facto, en un aval injustificable para la represión.

Cuba es una dictadura. No decirlo no la hace menos dictadura. Y cuando se condena el embargo, esa condena debe incluir también el autoritarismo del régimen de los Castro y los silencios cómplices de quienes, desde fuera, siguen creyendo en ese cuento de la mal llamada ‘revolución cubana’.

Gustau Alegret es periodista. Trabaja en Washington para el canal internacional de noticias NTN24

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