Cupo de náufragos

Señora Merkel, no nos agobie con la cuota de náufragos que llegan por tierra

19 mayo 2017 21:55 | Actualizado a 22 mayo 2017 12:56
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La canciller alemana, Angela Merkel, que es la verdadera señora ama, y nuestro presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quieren pararle los pies al populismo, que corre que se las pela. El problema, que es siempre el mismo, es que no hay para todos y hay que repartir la escasez ¿A cuántos refugiados por cuotas cabemos para salvar, a la vez, Schengen y para salvarnos nosotros que también vamos en el barco? La crisis migratoria trae locos a países ahora tan sensatos como Alemania y Francia, que desean repartir a los refugiados.

¿A cuántos caben para que la distribución sea equitativa? España se resiste para acoger a los 6.000 asilados que nos corresponden y la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría dice que hacemos un esfuerzo muy grande para darles amparo a los cerca de 7.000 que ya tenemos. Lo que no dice es quiénes han hecho más fuerza. Incluso para levantar un trono hay devotos que arriman el hombro con más convicción que otros, que sólo están ocupados en levantar cabeza.

Parece que las cosas nos van mejor que cuando nos iban fatal. El dinero empieza a correr con cierta mesura. Se conoce que no quiere perder el culo al correr demasiado, con riesgo de perder también la cabeza. Despacio y buena letra de cambio. Se venden más coches que antes de la crisis horrorosa, también llamada pertinaz, que consiguió que nuestro parque automovilístico fuera lo más parecido a un museo de antigüedades. A pesar de estar desentrenados, los españoles nos encontramos en plena forma para gastar dinero con alegría. El último duro para un puro y si queda algo de la vuelta para la propina. Hemos salido de un largo túnel y aunque no sepamos si viene otro de parecido discurrir queremos contemplar el paisaje. España y nosotros somos así, señora Merkel. No nos agobie con la cuota de náufragos que llegan por tierra. Hacemos lo que podemos, que vivir son cuatro días y dos sudando porque agosto, al irse, nos ha dejado el calor.

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