Del esperpento al circo político

Es necesario que, auténticos intelectuales, con un contundente lenguaje, y las ciencias sociales, articulen un serio pero férreo análisis crítico que pongan en jaque a toda la clase política que hoy por hoy nos mal gobierna

22 marzo 2021 09:30 | Actualizado a 22 marzo 2021 10:06
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Todo ser racional alberga cierta dosis de misticismo, aunque posiblemente nunca aflore por pudor, cobardía o hermetismo político.

Emitir un diagnóstico lúcido de lo que sucede en nuestra sociedad del siglo XXI, llena de palabrería, con un vocabulario político repleto de engaños y mentiras que frustran las expectativas de los ciudadanos hartos de políticos corruptos, y algunos de un nivel ínfimo y degradante, se hace complejo y comprometido. Sin embargo, en nuestra democracia parece que la libertad de expresión no tiene límites, así que lo abordamos con cierto sosiego.

Hoy más que nunca, junto a políticos en activo, aparecen los voceros de turno, politólogos, comunicadores, pseudointelectuales, contertulios, y algún que otro espontáneo, que amén de abordar temas de actualidad, desvían la atención de los graves problemas que nos atañen e imposibilitan y complican reconocer con lucidez la realidad de las cosas que importan al ciudadano de a pie. Uno, desde una actitud positiva y comprometida sin mentirse a sí mismo, intenta conciliar el hecho religioso con la libertad y el humanismo acudiendo a la guía imprescindible de los clásicos, que enseñan la libertad de pensamiento sin que la política interfiera en la expresión de la realidad social.

Vivimos unos momentos con un futuro horizonte político falto de esperanza, observando una lucha de poderes e intereses vergonzosos que olvidan a una sociedad incapaz de pensar individualmente de forma parcial y libre de condicionantes ideológicos. La colectividad social estructurada para interesar a los partidos es rehén de siglas que no responden a los compromisos adquiridos con sus votantes y que olvidan sistemáticamente para atender a sus propios intereses y ofrecer los espectáculos bochornosos que estamos viendo estos días.

El colmo de la desfachatez y desvergüenza son los movimientos políticos recientes. Sin ningún pudor se urden estrategias interesadas para descabalgar gobiernos autonómicos por el mero hecho de acumular poder, poniendo de manifiesto un obsesivo propósito de desplazar al PP del gobierno de cualquier autonomía. El pueblo permanece callado, pero en realidad solo puede hablar a través de las urnas, y luego con pactos sorprendentes los partidos hacen lo que conviene a sus intereses, eso sí, utilizando los mecanismos normativos que la ley les permite, pero que no fueron creados para este mercadeo político que nos hace sentir vergüenza ajena.

Los sociólogos deberán renovarse porque en una sociedad inmersa en la lucha contra la pandemia, con una clase política enferma dedicada a sus particulares reyertas y luchas intestinas, no es fácil predecir transformaciones sociales y mucho menos previsiones políticas de futuro.

Por otra parte, vistos los pactos y acuerdos contra natura, ignorando a las mayorías reales que con sus votos han explicitado sus preferencias, descubrimos nuevamente la permanente mentira política en un juego de intereses, en un cambio de cromos, en una batalla política para lograr poder allá donde fuere, desvirtuando hasta los gobiernos donde el pueblo vota a su lista alcaldable con menos sentido ideológico de partido. Toda una gran pantomima donde brillan por su ausencia los valores encaminados hacia el bien social.

Durante las últimas décadas hemos sido testigos de progresivos avances democráticos con la promulgación de nuevas leyes (algunas de dudosa moralidad) que ensanchaban las libertades individuales, junto a excesos y males provenientes de las administraciones y sus gestores seducidos por una corrupción galopante, amiguismo, crecimiento sobredimensionado del aparato del estado y la inevitable aparición de populismos y reivindicaciones unilaterales que pretendían romper la unidad territorial. De ahí la necesidad de que, auténticos intelectuales, con un contundente lenguaje, y las ciencias sociales, articulen un serio pero férreo análisis crítico que pongan en jaque a toda la clase política que hoy por hoy nos mal gobierna.

Luis Álvarez de Vilallonga: Expresidente del Rotary Tarragona.

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