Del silencio... Al estruendo. Una vez más la confrontación cuando lo que más falta hace es la unidad

El Congreso de los Diputados, en el epicentro. Qué poco tiempo 
ha tardado la contaminación sonora de la mala política en acabar 
con la armonía al menos sonora impuesta por el Covid-19

09 junio 2020 11:00 | Actualizado a 09 junio 2020 11:08
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El pasado 15 de marzo se hizo el silencio en las calles… Era extraño porque la sensación era ambigua: había una paz infinita en el asfalto y en los parques acompañada de los cánticos solitarios de las aves que reinaban y a la vez había un miedo sobrevolando ya nuestra cabezas confinadas en espera de lo siguiente.

Lo siguiente llegó en forma de sufrimiento, nombres y cifras que fueron creciendo conforme avanzaban los días y la pandemia daba pasos de gigante ante una sanidad que creíamos infalible y que se demostró eficaz pero insuficiente. A principios de abril había cerca de mil muertos diarios y una sensación de irrealidad se apoderó de todos. Eso no podía estar pasando de verdad, la vida no podía acabar así sin más, de esa forma casi caprichosa.

En ese retiro espiritual forzado quien más quien menos reflexionó sobre su vida y sus allegados 

En nuestro entorno profesional más cercano compañeros del «comité covid» -como habíamos nombrado a la comisión de compañer@s que nos reuníamos todos los días para darle seguimiento a la crisis- desaparecían y uno desgraciadamente no volvió. Recuerdo que tres meses atrás habíamos compartido risas y bromas en la cena de Navidad donde descubrimos su lado más humano (los creativos siempre desconfiamos de los jurídicos pensando que están ahí para entorpecer nuestro «talento»). Antonio nos dejó más solos, sembrando la desolación en su familia y transmitiéndonos que nadie estaba a salvo.

En Madrid por ser nexo de comunicaciones y centro logístico tanto humano como material, la enfermedad se cebó especialmente aunque cierta parte de Catalunya también despertó de su sueño aislacionista viendo que el enemigo era común y no entendía de ideas ni territorios.

Fueron como un mes y medio de silencio en el que quien más quien menos reflexionó sobre su vida, sus allegados y su relación con ellos y hubo hasta «listas-de-cosas-que-tengo-que-cambiar-cuando-todo-esto-pase».

El silencio en las calles acompañaba a ese retiro espiritual forzado (trufado eso si de interminables horas de teletrabajo y conciliación en vena).

A finales de abril el silencio que sólo se rompía con el aplauso emocionado y necesario (era terapia para uno mismo también) se comenzó a tornar en ruido…. Un ruido que tenía su epicentro en el Congreso de los Diputados y que pronto se extendió entre sectores de la población que optaron por la confrontación cuando más falta hacía la unidad.

En el barrio de Salamanca, empezaron a salir a la calle y a hacer sonar las cacerolas todos los días hasta que el ruido se fue haciendo más y más ensordecedor. Se acusaba al gobierno de mala gestión y se reclamaba «libertad». Si no fuera tan triste sería para reir… los herederos de quien aplastó durante décadas las libertades, salían a la calle reclamándola, primero con cacerolas y, más tarde, con las bocinas de sus coches de alta gama en un ejercicio de irresponsabilidad (véanse las ambulancias atascadas cerca de Cibeles).

Ante un panorama tan negro (y lo peor socialmente está por llegar) sólo hay una esperanza: la ciudadanía

El gobierno tampoco estuvo fino en más de un episodio colaborando con algún innecesario disparo en el pie(Marlaska, Marlaska) y el ruido siguió hasta convertirse en un espectáculo tan lamentable como descorazonador que amenaza con cubrir de desperdicios la tan necesaria comisión para la reconstrucción.

¿Alguno de ustedes han escuchado algo sobre la misma? ¿Hay algún plan que se haya compartido más allá de las poses,insultos o gritos? ¿Es que este país no tiene remedio?

Ante este panorama tan negro (y lo peor socialmente está por llegar) sólo hay una esperanza: la ciudadanía que ha demostrado en su gran mayoría un grado de madurez impresionante que no desespero en que llegue a hacer pensar a quienes nos empujan hacia la pendiente de un otoño caliente en el que prevalecen sus cálculos políticos a la necesidad y demanda de la sociedad de un gran acuerdo transversal que nos ayude a salir a todos.

Yo de momento, cierro los ojos, cierro las ventanas y me espero a que se pase el estruendo… al menos el físico. El moral me temo que llevará más tiempo y más empeño.

* Periodista. Javier Pons inició su carrera en Radio Reus. Ha sido director de “El Terrat”, director de TVE y CEO de Prisa Radio. Actualmente dirige la productora Globomedia (Mediapro).

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