Diálogo sin descartar a nadie

Superada ya la campaña electoral, en la que priman los argumentos de la emoción, Sánchez tiene que estar en disposición de hablar con todos.

 

12 noviembre 2019 12:10 | Actualizado a 12 noviembre 2019 12:25
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El resultado electoral del 10-N ya ha tenido la primera consecuencia: la dimisión del líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Una derrota de tal magnitud no admitía paños calientes. Ciudadanos ha perdido más de 2,5 millones de votos y 47 escaños en el Congreso, quedándose solo con diez. Rivera se va y deja la formación naranja en la UCI, con su segunda de abordo, Inés Arrimadas, visiblemente afectada y con dudosos ánimos para tomar el relevo de una nave a la deriva. No hay botes salvavidas para todos y han dado el grito de «¡sálvese quien pueda!». En Tarragona, Sergio del Campo, que ha perdido su escaño, también ha anunciado que se va y que deja la política. Su despedida se ha difundido a través de un lacónico tuit. Los ciudadanos de Tarragona que en su día le hicieron confianza merecían un poco más de respeto. Mientras tanto ha comenzado la cuenta atrás para, primero, buscar la fórmula que permita la investidura de Pedro Sánchez y, segundo, formar un gobierno con una mínima estabilidad para aguantar la legislatura. La primera opción, sólo es posible a través de la gran coalición PSOE-PP, que tanto unos como otros descartan, o a través del pacto Frankestein que incluiría a los independentistas catalanes. Pedro Sánchez, sin embargo, huye de tal fórmula, sin bien desde un principio, tanto ERC como JxCAT se han mostrado dispuestos a abrir una negociación.

Por muy incómodo que pueda serle a Pedro Sánchez sentarse a la mesa con los ganadores de las elecciones en Catalunya, debe razonar que esta vía puede, no sólo garantizarle el acceso a La Moncloa, sino que puede ser un primer paso para al menos serenar el conflicto catalán. ERC ha descartado la vía unilateral y habla abiertamente de «ensanchar la base» electoral. Es una renuncia que se aleja del «ho tornarem a fer». Superada ya la campaña electoral, en la que priman los argumentos de la emoción, Sánchez tiene que estar en disposición de hablar con todos. Esta vez tiene que haber Gobierno, como dice el propio Sánchez, «sí o sí».

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