¡Dios mío, qué nivel!

Les prometo que lo intenté. De verdad. Hice un esfuerzo. Pero al poco tiempo mi resistencia llegaba a su límite. Noté cómo me iba subiendo la bilirrubina –como cantaba el gran Juan Luis Guerra– y, tras unos minutos, desistí. No pude más. Cuestión de preservar la salud. Les hablo del debate de ayer en el Congreso. ¡Dios mío, qué nivel! Vean si no a ese diputado del PP elogiando el «bonito corte de pelo» de Pedro Sánchez, «que el resto de españoles no se puede hacer». De verdad creo que nuestros políticos viven en una realidad paralela. Con la que está cayendo, y con la que está por venirnos encima, no es normal que en una sesión en la que el tema del día era apoyar o no la decisión de prorrogar el estado de alarma y el confinamiento de la población, el líder de la tercera fuerza más votada del país utilice su turno de palabra para preguntar al presidente del Gobierno si está de acuerdo con las críticas de su socio al Jefe del Estado. Seguramente es ésta una cuestión que inquieta muchísimo al señor Abascal, pero me temo que ni eran el lugar ni el momento adecuados, ni creo que se halle este problema entre las diez máximas preocupaciones que tienen ahora mismo los ciudadanos. Tampoco entendí muy bien la queja de Rufián (ERC) ante los abusos de algunos comercios con la venta de guantes, mascarillas y geles, justo el día después de que el Gobierno regulara los precios de estos bienes. Y así, suma y sigue, con un presidente ‘gallito’ incapaz de asumir los errores y una oposición que cree que su papel es solo ese, oponerse. En fin, me temo que estamos atravesando una de las épocas más complicadas con una de las generaciones de políticos más mediocre. ¡Qué sino!