El mes pasado, en Badalona, un okupa se metió en un piso. Los Mossos, avisados por el propietario, se presentaron y el usurpador se dio a la fuga saltando por los tejados, incluso colgándose de los cables de alta tensión. Por fortuna no murió y fue detenido.
Cada año en Catalunya se okupan más de 7.000 pisos, de ellos unos 700 en la provincia de Tarragona, dos cada día. Como reacción proliferan las empresas que instalan alarmas y ha nacido alguna especializada en «desocupaciones» basadas en «una negociación».
Los okupantes se sienten impunes y se saben la lección; más que aquel ladrón de un coche, al que el juez dictamina: «Queda usted absuelto del robo por falta de pruebas», y responde: «Entonces, ¿puedo quedarme con el coche, señor juez?»