Dr. Sánchez Mr. González

La música ha cesado y el PSOE busca infructuosamente su lugar en este juego de las sillas

19 mayo 2017 17:34 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:37
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En el día de ayer, cautivo y desarmado el Partido Socialista, han alcanzado las tropas populares sus últimos objetivos parlamentarios. El bloqueo ha terminado.

Una vez resueltas sus disputas internas –de la forma más impúdica y bochornosa posible–, la nueva dirección del PSOE ha tomado la decisión prevista: rendirse. Hay quien pretende convertir esta humillante genuflexión en un heroico acto en defensa de la gobernabilidad, un ejercicio cosmético llamado al fracaso. Efectivamente, la actual composición del Congreso permitía a los socialistas diferentes opciones: las había más proactivas, como alumbrar una mayoría alternativa con Podemos y los nacionalistas (ni siquiera superó la fase embrionaria); también existían salidas más dignas, como proponer un pacto de investidura a cambio de determinadas contrapartidas programáticas (el pobre Josep Borrell se quedó solo con su propuesta); incluso era posible ser consecuente con lo prometido en la campaña de junio, devolviendo la palabra a la ciudadanía en unas terceras elecciones (una decisión que previsiblemente habría desembocado en una mayoría contraria, pero estable, en las Cortes). Pero no. Ferraz decidió optar por el camino menos constructivo, apoyándose en criterios exclusivamente electoralistas, lo que probablemente nos abocará a una legislatura caótica.

Según han declarado sus propios portavoces, la intención del PSOE es liderar una dura oposición que marque de cerca la acción de gobierno. Es decir, que después de regalar gratis et amore la presidencia al PP, ahora quieren convertirse en el azote de los populares. Los socialistas deberían pedir hora para pasarse por el diván, pues sus repentinos y recurrentes brotes esquizofrénicos tienen a sus simpatizantes descolocados: primero se presentan a las elecciones jurando y perjurando que jamás harían presidente a Rajoy (una estrategia electoral que probablemente evitó el sorpasso de Podemos), más tarde, con el aliento de Felipe González y Prisa, deciden extender una alfombra roja para que el pontevedrés regrese al palacio de la Moncloa por la puerta grande (ante el estupor de gran parte de sus militantes), y ahora proclaman que serán una pesadilla para los populares en el Congreso… Los defensores de la abstención argumentan que el contexto político ha obligado a Susana Díaz a disfrazarse por un día de conservadora, quizás influenciada por la cercanía de Halloween, aunque apuesto a que la mayoría sospecha que cuando realmente va a disfrazarse es a partir de ahora, en este caso de izquierdista.

El súbito cambio de discurso de Antonio Hernando (prototipo de tránsfuga interno) puede ser la imagen paradigmática del sorprendente empeño de los socialistas por representar cíclicamente una versión adaptada del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Tendremos que esperar hasta el próximo congreso extraordinario para saber qué será de este centenario partido, una característica que últimamente está cambiando de matiz, pasando de veterano y experimentado a viejo y achacoso. Serán entonces los propios militantes los que decidan cuál será el mensaje que desean enviar a la sociedad: el del militante de base que grita contra la abstención tras una pancarta a las puertas de Ferraz (aunque ello suponga descalabrarse en los próximos comicios), o el de los barones que diseñan en los despachos una rendición para evitar que Sánchez hunda sus expectativas electorales más allá de Despeñaperros pactando con ERC y PDECat (aunque esta sublevación acarree un ridículo político mayúsculo). La decisión no es sencilla si analizamos la cuestión desde un punto de vista estrictamente pragmático, pues el PSOE se enfrenta a cinco grandes retos de los que depende su propia supervivencia.

En primer lugar, los perfiles ideológicos de sus votantes presentan variaciones que van más allá de lo meramente anecdótico o estratégico. Cada vez resulta más evidente que dentro del PSOE conviven, por un lado, un modelo socialdemócrata de perfil nítidamente centroeuropeo (económicamente riguroso, orgánicamente participativo argumen- talmente sólido) y, por otro, ese socialismo clientelar y subsidiador que ha triunfado durante décadas en la Europa más meridional. Las derivadas prácticas de esta colisión son tan relevantes que resulta inaplazable un posicionamiento nítido al respecto.

Paralelamente, en el seno del PSOE también se enfrentan dos concepciones incompatibles sobre la estructura territorial española. Los representantes socialistas de Euskadi y Catalunya, por ejemplo, defienden un modelo próximo al de Podemos, mientras el ‘susanismo’ imperante en el sur resulta indistinguible de las tesis populares en esta materia (una posición íntimamente ligada al punto anterior). La sociedad de la información dificulta progresivamente el mantenimiento de estas incoherencias localistas y obligará a presentar un mensaje claro y homogéneo en las cuestiones esenciales.

En tercer lugar, la irrupción de Podemos y Ciudadanos ha achicado significativamente el espacio electoral en el centro izquierda. La música ha cesado y el PSOE busca infructuosamente su lugar en este juego de las sillas. El congreso extraordinario deberá fijar su posición con astucia y prudencia, pues un perfil excesivamente centrado provocaría una desbandada hacia el partido de Pablo Iglesias, y una radicalización haría aumentar exponencialmente el caladero de votos de Albert Rivera.

Por otro lado, los problemas del PSOE se enmarcan en un proceso de decadencia global de los grandes partidos socialistas europeos. Se trata de una epidemia compleja que no puede desarrollarse en cuatro líneas, aunque me gustaría apuntar su vinculación con una crisis de objetivos sustantivos ante un estado social universalmente asumido. Un partido no puede sustentarse en metas cuantitativas sino cualitativas.

Por último, los socialistas carecen de un liderazgo sólido desde hace demasiados años (incluso décadas). El cesarismo de los populares dificulta la deseable participación interna, pero el extremo contrario convierte las organizaciones en jaulas de grillos. El PSOE no levantará cabeza hasta que designe un secretario general con la suficiente experiencia, autoridad moral y robustez intelectual para poner orden interno y aspirar con garantías a la Moncloa. Sospecho que va para largo.

danelarzamendi@gmail.com

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