EEUU y la fragilidad de la democracia

08 enero 2021 09:50 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:56
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Los gravísimos sucesos de anteanoche en el Capitolio de Washington en que una turba guiada a distancia por el populista presidente saliente, Donald Trump, irrumpió en el sacrosanto reducto de la soberanía nacional, son bastante más que una simple anécdota en forma de algarada de las que tanto abundan más al sur en el continente americano.

Lo ocurrido es la demostración palmaria de hacia dónde conduce el populismo, el cultivo cuidadoso de la mentira para imponer los propios puntos de vista, la lucha contra la verdad para no perder apoyos, el recurso a la demagogia para mantener la popularidad en caída libre, la falta de respeto al adversario para asentar la primacía propia. Esta adulteración del sistema, que ha llegado a parecerse mucho a un régimen autoritario, impone a Biden la más urgente de las muchas rectificaciones pendientes. Así lo expresó el presidente electo en el discurso que ponía punto final al caos: «el trabajo de este momento y de los próximos años debe ser restablecer la democracia, la decencia del honor, del respeto, del estado de derecho, la renovación política».

Trump no es solo una anécdota en el camino: alguien ha recordado en el fragor de la crisis que el multimillonario excéntrico ha sido el segundo presidente más votado de la historia norteamericana. Pero el pueblo estadounidense ha reaccionado a tiempo para evitar que el método bastardo de hacer política del líder del Partido Republicano se impusiera también a la hora de otorgarle o no un segundo mandato. Por suerte, como ha dicho Biden, «Estados Unidos es mucho mejor que lo que estamos viendo en este momento, mejor que las escenas en el Capitolio».

La gran lección es que no se puede jugar con fuego: las palabras frívolas, mendaces, insultantes, inapropiadas, pronunciadas en las instituciones, no se las lleva el viento sino que hieren la democracia, que por su propia naturaleza permite que se desarrollen y prosperen también los desaprensivos. Hay que estar vigilantes frente a los populismos destructivos, que también abundan por nuestros parajes.

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