El DG de la política

El jefe de la Policía, señor Cosidó, personaje bien conocido por sus lenguaraces, desatinadas a menudo y nada pacíficas intervenciones parlamentarias cuando era diputado, la ha emprendido en una cadena de televisión contra la tercera fuerza política del Estado español, Podemos, una formación democrática que gustará o no pero que tiene la más absoluta legitimidad y el apoyo explícito de más de cinco millones de electores. Entre otras lindezas, el alto funcionario ha dicho de Podemos que «es una amenaza para la democracia».

Debería ser innecesario decir que quien tiene a su cargo una parte tan notable de la fuerza legítima del Estado, que pone a disposición de los jueces y tribunales en defensa de la ciudadanía y del imperio de la ley, debe guardar una exquisita discreción en sus manifestaciones. No es lo mismo un comentario en boca de cualquier político que de quien dispone de la información privilegiada que le proporciona su posición. Y la responsabilidad de cualquier exceso no sólo le atañe a él sino al ministro de quien depende, el señor Fernández Díaz, quien debería tomar cartas en este desagradable asunto.

En nuestros regímenes, hay normas no escritas de cuyo cumplimiento depende el buen funcionamiento de las instituciones. Y cuando se violan impunemente, se causa un grave daño a toda la colectividad. Este es el caso.