El aquelarre de la hipocresía

Lo de ´dimitir pero sólo un poco´ parece sacado de una obra absurda de Mihura

19 mayo 2017 22:30 | Actualizado a 22 mayo 2017 18:01
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Qué parecen dos gitanos en una bici? Gilipollas, porque podían haber robado otra», tuiteó un concejal de una de las grandes localidades de la Costa del Sol. El Partido Popular, avalado por Cospedal, estableció entonces el criterio de que bastaba con borrar y disculparse. Ahora su jefa directa, Esperanza Oña, capitoste de la nomenclatura meridional del partido, escribe de Zapata: “Empieza mal el gobierno de Podemos en Madrid. El concejal se queda, no dimite. Nada ejemplar. Casta pura”. Salvo que haya querido decir ¡son la misma mierda que nosotros!, que no es descartable, lo suyo desprende la hipocresía que contamina toda esta polémica. Y este es uno de los males patológicos de la política española. Contra cualquier tendencia a asumir que ‘la ética se demuestra en las propias filas’, sólo se trata de salir de cacería a ver si cae algo. Esta forma de hacer política es una variante del ‘sólo son negocios’ de Michael Corleone.

Carmena, léase Podemos, ha tenido la oportunidad de no atrincherarse con Zapata enviando el mensaje de “estamos dispuestos a hacer las cosas mejor que ustedes; para dar credibilidad a la regeneración”. Si hay víctimas ofendidas -criterio bien elegido por la alcaldesa de Madrid, ¡qué tiempos estos en que hay que exaltar lo obvio! como decía Dürrenmatt- no hay que dramatizar la renuncia al cargo. Pero no ha sido así, y ahora ya tienen algo en común con tipos como el portavoz del PP en el Congreso mofándose de las víctimas del franquismo. Lo de ‘dimitir pero sólo un poco’ parece sacado de una obra absurda de Mihura; una versión política de la humorada de ‘la puntita nada más’.

Todo esto empeorará la política. Ignatieff, brillante académico de Harvard que fue vapuleado en política, reflexiona en ‘Fuego y cenizas’ sobre ésta, donde tus palabras del pasado te persiguen sin tolerancia por el contexto o por un error, de modo que cada frase o cada tuit “permanece en el ciberespacio para siempre, lista para que tus enemigos la utilicen contra ti”. El padre de Marta del Castillo dice sensatamente de Zapata: “se le valorará por lo que haga a partir de ahora”. Incluso Irene Villa reaccionó con humor. En cambio, la presión del PP y el PSOE con sus artillerías mediáticas exuda hipocresía. La doctrina de ‘las urnas blanquean el pasado’ se ve que sólo rige para ellos con su historial oceánico de escándalos sin dimisiones. Pero las líneas rojas de la política no puede dictarlas un partido. Tras este enredo de Zapata se ve claro que la credibilidad pasa por un rasero ético para dimitir, para la corrupción, para el transfuguismo, que rija para todos. Estas lapidaciones disfrazadas, como en La Vida de Brian, son una farsa aunque con víctimas reales. Lo de Twitter estos días da vigencia virtual a la vieja imagen machadiana de España: “un trozo de planeta por donde cruza errante la sombra de Caín”.

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