En ‘El que la terra m’ha donat’, Lluís Foix desarrolla una idea: vivir en el campo ya no es desventaja, sino lo contrario: «Ya no existen desigualdades, todos salen de sus casas informados y opinados, incluso vistiendo igual. Uno puede vivir aquí como en la calle Aribau, pero con un plus: una mirada más tranquila, menos excitada, más comprensiva».
Con tantas calles como hay en Barcelona, cita Aribau, y yo reparo en que en una casa de esta calle nació Carmen Laforet, y la retrató en su novela ‘Nada’: un ambiente opresivo de postguerra, hambre, suciedad, maloliente, con visitas a una fila de balcones iguales. La protagonista preguntaba a sus moradores: «¿Qué te pasa?, ¿qué piensas?». Y la respuesta era: «Nada».
Creo que les faltaba ver el sol al levantarse.