El contragolpe

Llevaba razón Kipling cuando dijo: 'Oriente y Occidente no se entenderán jamás'

19 mayo 2017 18:41 | Actualizado a 21 mayo 2017 17:06
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Las balas perdidas siempre acaban por encontrar a sus destinatarios, pero en Turquía se están perdiendo pocas. Hay ya 7.500 detenidos después del golpe fallido. Si los sueltan, no piensan fallar en el próximo y Erdogan, que ahora está aportando ataúdes desde los alminares a los cementerios, piensa reinstaurar la pena de muerte, que jamás ha sido derogada en el mundo, pero que no se lleva en las naciones civilizadas. ¿Qué hacer con los golpistas y con los asesinos vocacionales? El presidente turco, para reafirmar su poder, que seguirá encontrando muchas negativas, quiere legalizar este tipo de asesinatos, producto de la venganza. Muchas personas no lo deplorarían si se cometieran antes de que los criminales cometieran sus actos favoritos y no después, cuando ya no se ignoran sus proyectos, pero eso es un mal sueño, igualmente sanguinario. Hay que esperar los ‘hechos consumados’, con la esperanza de que no nos consuman a todos. El ejército turco adicto al presidente, que se encuentra muy mermado, está de acuerdo con Erdogan, ya que van a ascender jerárquicamente, en la misma medida que ascienden al cielo sus compañeros rebeldes. Europa descubre que ‘el riesgo cero no existe’, aunque el tambaleante mandatario diga que el golpe ha sido un regalo de Alá. Siempre le echamos la culpa a los dioses. Para algo los hemos inventado.

El mundo es un pañuelo mojado en sangre o en lágrimas, pero quienes conocen el poder del gran ejército turco piensan que la rebelión no ha sido seria más que para los que murieron por rebelarse y los que pasaban por allí. Ha repercutido en París y en toda Europa, a ver si nos convencemos de que llevaba razón Ruyard Kipling, que era un oriental y un europeo, cuando dijo que «Oriente y Occidente no se entenderán jamás». Ha llegado la hora de la venganza, que según se dice es un plato que sabe mejor si se come frío, pero también gusta muchísimo en caliente. Incluso hay degustadores que no necesitan tener apetito.

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