El desamor

30 diciembre 2020 09:50 | Actualizado a 30 diciembre 2020 10:03
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Querido lectora y lector, del sinnúmero de escrutinios que vas a leer sobre este 2020, hay uno que tal vez te pasará por alto. Dentro de unas semanas estaremos metidos en otras cosechas, las uvas y los deseos darán paso a otros doce meses más, a una nueva forma de seguir con nuestras vidas. Muchos querrán hacerlo amorosamente, con la energía revivida y sin mirar demasiado atrás. 

Si te pasa como a mí, es posible que el 2020 te haya dejado algo tocado, con un sentimiento llamado desamor, cuyas emociones son difíciles de reordenar. El desamor se caracteriza por la falta de la presencia del otro y puede sentirse de formas muy distintas, ya sea mediante la huella del abandono o de las pérdidas. Quien ha vivido el desamor bien sabe que no es nada agradable acomodarse a la neblina de desconfianza que deja a su paso. 

Igual que la irrupción del desamor en la relación amorosa, las crisis derivadas de la pandemia están acechado, también, el amor compartido con las personas más cercanas. La confianza que damos y recibimos en nuestras relaciones se ha visto truncada por toda una cadena de deberes y de miedos. La pandemia nos ha empujado a desenamorarnos del mundo en el que vivíamos hace unos meses, a tomar una sospecha mayor respecto a este y a no confiarle tanta confianza e intimidad. 

Más allá de ser una forma resfriada de vivir la vida, el desamor de este 2020 nos acerca a la oportunidad de romper con toda clase de prejuicios, de mitos y de autoimposiciones cuya caducidad no notábamos cuando vivíamos protegidos de toda amenaza exterior, al amparo de todo virus, de toda hambruna o de toda guerra inapropiada.

¿No es el desamor, en gran medida, una emanación del distanciamiento humano que nos hemos impuesto durante años?

En lugar de llevarnos a la confrontación y al odio entre identidades, el desamor pandémico debería facilitaros un nuevo espacio de encuentro con la otredad que permitiera, al mismo tiempo, un dialogo más libre y menos prejuicioso. Para ello el amor tiene que ser más adaptativo, no rígido, de lo contrario más que amor es fundamentalismo y violencia. 

Confinados en el desamor quizás nos hayamos dado cuenta de la importancia de tener a personas cerca, y a sentir su presencia desde toda clase de contactos bellos; contactos de madre o de padre, de hermanos o hermanas, de familiares cercanos o bien de gente aparentemente inhóspita. El desamor se cura abriendo la conciencia, no solo el corazón. 

Quizás tengamos algo en común con aquellos «otros» que parecen vivir lejos de nuestra piel. A saber, ¿el desamor?

Xifré Ramos: Psicólogo. Activista de Reus Refugi y Cuidando Assoc.

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