El dinero de los demás

La vida no es que sea divertida, pero es vida, y en España suele ser, además, emocionante

19 mayo 2017 22:15 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:42
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La gente tiene la horrible manía de compararse, que sólo es odiosa cuando acaba en autocompasión. Siempre ha habido personas, incluso políticos sin la menor personalidad, que han ganado, quiero decir han obtenido, más dinero por sus confusos trabajos que los investigadores y que los profesores. Incluso que los fontaneros que nunca vienen cuando se les llama y los carteros, que siempre llaman dos veces cuando no estamos en casa. Ahora se habla más que nunca de dinero, que según Cervantes, que no lo tuvo nunca ni suelto ni amarrado, es «el mejor cimiento y zanja del mundo».

Por su ausencia está brillando en Grecia, que sigue al borde de abandonar el euro después del último rescate. Los expertos en el llamado vil metal creen que Atenas no podrá cumplir el plan al que les ha conducido, por su incumplimiento, el lamentable plan de vida que sufren. Pero no hay que irse tan lejos. Lo que les preocupa a muchos es lo que cobran los directivos de la televisión, aunque sean menos populares que los actores.

En Canal Sur hay dieciséis que cobran más que la presidenta de la Junta, vulnerando la limitación acordada hace tres años, en tiempo de Griñán, que era un señor que a mi me caía muy bien porque sabía de versos y sabía de fútbol.

En épocas de penuria es cuando más urge definir a los sueldos de ‘alta definición’. Somos muy envidiosos y el mal de muchos nos consuela a casi todos.

No utilizo el plural porque presumo que los veleidosos dioses me han librado de dos cosas terribles: la envidia y el tedio. Me congratulo ante la benéfica circunstancia de que mis amigos tengan más dinero que yo, sobre todo si saben gastárselo. También alegra mi viejo corazón que no se aburran. La vida no es que sea divertida, pero es vida, y en España suele ser, además, emocionante.

Cuando no es el tema de Cataluña es el ‘Irangate’.

Demasiados asuntos irreparables como para reparar en los contemporáneos que tienen más o tienen menos.

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