En el año 2011 el entonces presidente socialista del gobierno español, José Luís Zapatero, en plena recesión económica reformó las pensiones. Elevó la edad de jubilación hasta los 67 años (de manera gradual) e impuso unas condiciones más duras para el cálculo de la pensión, que pasaba a tener en cuenta los últimos 25 años de vida laboral al mismo tiempo que pasaban a exigirse al menos 37 años de cotización para garantizarse el derecho a cobrar el 100% de la misma.
En 2013, ya con el PP en la Moncloa, Mariano Rajoy efectuaba una segunda reforma. Eliminó la obligación de incrementar las pensiones anualmente tomando como referencia la inflación oficial fijada por el IPC e incorporó un factor de equidad intergeneracional que a la práctica supone que el importe de las pensiones vaya cayendo a medida que aumente la esperanza de vida de los ciudadanos.
En Holanda ya existe un partido-lobby que defiende en exclusiva sus interesesNinguna de las dos reformas, es cierto que no era su objetivo, ha servido para evitar la práctica desaparición del fondo de garantía de las pensiones. Ya saben, el mecanismo puesto en marcha por los ejecutivos de José María Aznar para garantizar el desembolso de los pagos a los pensionistas en épocas de estrechez económica para el estado. De hecho, el gobierno se ha ahorrado el titular de que ese fondo de reserva ya no existe porque en 2017 habilitó un préstamo de 10.193 millones de euros a la Seguridad Social para hacer frente al pago de las pensiones y, en 2018, caso de existir Presupuestos Generales del Estado, esa cifra alcanzará los 15.000 millones.
Esta es la foto y va a empeorar en los próximos años. La evolución de la pirámide poblacional irá reduciendo el número de trabajadores en activo por cada pensión a costear. Dicho de otro modo, el modelo de pensiones tal y como está pensado y viene funcionando desde su inicio es insostenible. Y la gravedad no se centra, contra lo que pueda parecer a la vista de las manifestaciones de los últimos días, en los jubilados de hoy, si no en los del mañana, los que ahora tienen treinta, cuarenta o cincuenta años. Cuanto más joven, peores van a ser las condiciones de la llegada.
Que los jubilados estén en la calle es una buena noticia. Que luchen por lo que consideran justo también. Pero no lo es tanto que gobierno y oposición se embarquen en un debate demagógico que sólo puede empeorar las cosas.
Lo cierto es que o se fomenta el ahorro en sus múltiples formas o vamos hacia el desastreAtacar el problema de las pensiones desde la óptica de que hay que subirlas sí o sí como hace la oposición, dejando a un lado la situación económica del país, es una irresponsabilidad que sirve para debilitar al gobierno pero que no aporta nada positivo porque, sencillamente, no va a ser posible.
De igual modo, estar en el gobierno y no atreverse a promover reformas estructurales que supongan la introducción de modificaciones sustanciales del sistema tal y como hoy lo conocemos es igualmente irresponsable.
Botín para los partidos
En realidad, nada nuevo bajo el sol. Los millones de votos de los ciudadanos pensionistas son un botín al que ningún partido quiere renunciar. De hecho, en Holanda ya existe una formación política que actúa como lobby con representación parlamentaria, en concreto, cuatro diputados y dos senadores y que defiende en exclusiva sus intereses.
Es este interés partidista alrededor de la gran bolsa de votos que representa la vejez el que impide a los partidos encarar con honestidad el debate sobre un asunto tan trascendente como éste.
Hasta ahora la única solución que se propone para garantizar la sostenibilidad del sistema pasa por sufragar parte de las pensiones a través de impuestos y no de la Seguridad Social. Pero nadie se atreve abiertamente a desafiar el silencio impuesto al sentido común. Pero lo cierto es que o se fomenta el ahorro en sus múltiples formas y en particular el vinculado a los planes de pensiones individuales (no tienen porqué ser privados, si esto es lo que tanto preocupa) o caminamos hacia el desastre.
La demografía no engaña, la política sí. Los pensionistas de hoy son un problema, los de mañana, un problemón.
* Periodista. Josep Martí es ‘calero’, es decir, de L’Ametlla de Mar. Es empresario y periodista. Analiza la actualidad política en ‘El Periódico’, Rac1 y 8TV.