El final de Artur Mas

19 mayo 2017 20:43 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:47
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La CUP ha dicho de nuevo «no» a Artur Mas. Lo lleva diciendo desde hace cinco meses, desde que empezó la precampaña electoral y lo dijo durante la campaña y después. Más de tres meses negociando. Unos (los independentistas de Junts pel Sí) dicen que los de la CUP son unos «impresentables», por decirlo suave, y otros dicen que son «coherentes» con lo que habían prometido a sus electores: no hacer a Artur Mas presidente.

En definitiva, la CUP ha dicho hoy, tal vez más claro pero no más alto, que no quieren a Artur Mas, y que si Junts pel Sí quiere un acuerdo que pongan a otro candidato. Y Mas dijo hace pocos días que la CUP «no tenía fuerza suficiente para cambiar un presidente». Se equivocó.

Pero Artur Mas ya lo ha dicho todo y lo contrario de todo. Es un caballo perdedor. Es doloroso, pero es así: situado al frente de la política no ha hecho más que retroceder en apoyos y dividir lo que tocaba. Artur Mas ha sido un obstáculo en el proceso más que la solución, como se ha visto. ¿Qué nos espera ahora? Nuevas elecciones en las que las encuestas dicen que ganará Podemos, o mejor dicho el Podemos de Ada Colau, como las ganó el 20-D.

La decisión de la CUP ha demostrado claramente el fracaso de la formación de Junts pel Sí, la coalición entre Esquerra Republica y Convergència Democràtica para construir la independencia de Catalunya. No solo no consiguió ganar el plebiscito, sino que la coalición ha sido incapaz de elegir un presidente.

El cabeza de lista de la CUP, Antonio Baños, un intelectual independiente, ha anunciado ya que dimitirá. Él esperaba hacer la independencia en esta legislatura. Se equivocó.

Un dato de interés es la actitud tranquila de Esquerra Republicana durante todo el proceso de negociación con la CUP. Oriol Junqueras veía clarísimo que Artur Mas estaba cada vez más quemado y se reducían sus posibilidades. Ahora ha dicho que «no nos rendiremos». ¿Qué papel se habrá reservado?

El «no» de la CUP a Artur Mas pone de manifiesto, según los socialistas, que el «procés» hacia la independencia era más un proceso a hacer president a Artur Mas y mantener en el poder a lo que ha sido el pujolismo. Y toda la oposición, incluidos Ciudadanos y PP, además del PSC, apunta a Artur Mas como principal, si no único, responsable de lo que ha ocurrido. Lluís Rabell, de «Catalunya Sí que es Pot» ha dicho que la CUP ha mantenido la palabra dada y «es necesario formar una mayoría de progreso que haga posible el rescate ciudadano, el proceso constituyente y el referéndum».

Por parte del independentismo se observa una gran decepción, una «tristeza» dicen muchos en las redes sociales, al no haber conseguido su objetivo a pesar de tener «una mayoría parlamentaria independentista», y de haber abrigado muchas ilusiones y una enorme confianza en el resultado de las urnas del 27-S.

Con especial tristeza estaba la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, la otrora líder indiscutible de la Assemblea Nacional de Catalunya y por lo tanto del independentismo catalán. La que enardecía a las masas. Es probable que pase a la historia como la presidenta de un Parlament que no supo ni pudo elegir a un presidente. Y por lo tanto un gobierno de la Generalitat. Un único caso en la historia. En Catalunya los hitos históricos se marcan a velocidad de vértigo desde hace tres años.

Al conocer el «no» de la CUP, Carme Forcadell ha escrito en su Twitter que esperaba que «la CUP al final nos ayudaría» y ha sentenciado: «Me equivoqué y de mucho». De no proponer otro candidato, el Parlament quedará disuelto automáticamente el 10 de enero próximo. Dentro de una semana. Los independentistas deberían cuidar poner a políticos al frente de sus candidaturas, y no idealistas, ilusionistas e ilusionados.

Artur Mas ha terminado su carrera política. Dijo que para alcanzar la independencia no sería él personalmente ningún problema, no tenía ambiciones personales. Pues bien, él ha sido el problema. Catalunya lleva ya cinco meses sin Gobierno, contando desde el día de la disolución del Parlament a primeros de agosto.

Y si en Catalunya se inicia un proceso electoral, se paralizaría otro que pudiera tener lugar en España en caso que los pactos no fueran posibles.

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