El ganador, Macron pese a la pírrica victoria de Marine le Pen

Aviso para navegantes. Las elecciones europeas en Francia nos dejan un panorama que puede extrapolarse a casi todo el continente: si no se tienen propuestas ecologistas serias, en dos días no le quedarán electores a nadie 
 

31 mayo 2019 08:01 | Actualizado a 31 mayo 2019 08:05
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En los pueblos de Francia el fin de la jornada electoral lo anuncia una sirena similar a la que usamos aquí para que no se nos queden despistados en los cementerios, una sirena como la que sonaba avisando de los bombardeos en las últimas guerra en las ciudades de la vieja Europa. Un sonido con mucho ecos, quizás demasiados, para un día tan político. 

Porque las elecciones europeas han dejado de ser el hermano pobre de la política. Ya no se irá más a votar a una jornada así, pensando en la opción más gamberra para darse el gusto de votar al partido en defensa de los derechos de las higueras torcidas. Europa, por fin, nos interesa. A cada uno por lo suyo, pero nos interesa. 

Los euroescépticos, y eurófobos han ganado el pulso mediático en los países donde son opción de gobierno

La noche electoral francesa deja escenas muy propias de los galos. Los militantes de la extrema derecha se contorsionan en una pista de baile con bola de boîte de los años 60. Muestran hasta qué extremo la rigidez de sus posicionamientos políticos ha afectado a sus tendones y articulaciones. Celebran una victoria que todos esperaban y que no deja de tener aires pírricos. Pero por aquí nadie usa el símil griego, cosa extraña con tanto filosofo candidato y tanto politólogo analizando los resultados. 
Estas elecciones en Francia nos dejan un panorama que bien puede extrapolarse a casi todo el continente: los partidos ecologistas serios (no los de la higuera) son opción de futuro. El de los jóvenes y no tan jóvenes que realmente saben que es imperiosamente necesario prohibir el glifosfato, o apostar ya por la transición energética. En Alemania, Holanda, Francia, Dinamarca, la marea verde es un hecho. A retener: si no se tienen y aplican propuestas ecologistas serias, en dos días no le quedarán electores a nadie. Aviso para navegantes. 

Los euroescépticos, eurófobos, eurocríticos de todo tipo y condición han ganado el pulso mediático en los países donde son una opción de gobierno. El mediático y en menor medida, el de las urnas. En Hungría por supuesto, pero más allá la cosa va con matices. En Italia sin duda, el listo de Salvini se ha llevado el gato al agua, pero se ha llevado más agua que gato. Su coalición de gobierno se tambalea y el Partito Democratico recupera terreno. Zingaretti suena mejor que Renzi. En Roma, todo es posible con un 5 Stele en caída libre. 

Europa, por fin, nos interesa. A cada uno por lo suyo, pero nos interesa

En Francia, el gran ganador de la noche es Emmanuel Macron. Mientras los lepenistas de Marine, intentan reproducir una rumba catastrófica, Macron tiene la sonrisa de zorro instalada en la comisura de los labios. Al principio de su mandato lo acusaban de jupiteriano, pero en realidad lo que es, es un zorro. Con su partido antipartido, La République en Marche, primero dinamitó la izquierda francesa. Saltó por los aires en mil pedazos el socialismo más casposo del continente. Hoy el Partido Socialista francés no osa ni presentarse con sus siglas y se alía, como no, con un filósofo a la moda, hijo de un clásico, Glucksman. Y ahora, Macron, en unas simples elecciones europeas, ha conseguido que la derecha gala se haga el hara-kiri de forma profesional. La derecha gaullista, la heredera del General, la Francia de las esencias, ha tomado su katana y se ha abierto en canal, con las tripas a los cuatro vientos. En Francia hoy, sólo existen dos opciones o Macron, o Macron. El resto es ornamental. 
El jesuita que lleva dentro ha analizado bien las piezas de su tablero y ha atestado el jaque mate en el momento preciso. Todo hay que decir que la victoria -pírrica insisto- de Marine Le Pen hizo que en las primeras horas los analistas anduvieran un poco exaltados. Pero el reposo de los datos demuestra que el gran ganador es él. 

Hay formas de ganar las elecciones. Una es ganándolas en las urnas. La otra es hacer que las gane, no tu adversario real, sino aquellos que te permiten aparecer como la única opción viable. La única que tiene algo que decir. No hace falta llegar el primero ni en los sondeos ni en las urnas hasta que lleguen las presidenciales. Incluso los chalecos amarillos (desaparecidos en combate) y sus interminables manifestaciones y quejas, juegan también -sin saberlo quizás- a afianzar a Macron como el único presidente posible. 

De momento no hay sirena que ponga fin a su estrategia. Macron va para largo.
 

* Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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