El horrible asesinato de Kelly

La violencia machista no tiene edad, una triste realidad que nos aleja de la solución a esta lacra social que no termina

 

01 febrero 2019 12:10 | Actualizado a 22 mayo 2019 14:20
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El horror de la violencia machista ha tenido en las últimas horas el más horrible de los capítulos en Reus. Kelly, una chica de 17 años moría brutalmente asesinada a manos de su pareja, un joven de apenas veinte años que después de cometer el terrible asesinato se quitó la vida arrojándose por el balcón. Los detalles recogidos de la investigación son escalofriantes. No estamos ante un crimen producto de un arrebato incontrolado. El cadáver de la víctima presentaba las huellas salvajes de un ensañamiento incomprensible. La crueldad es un elemento común a los crímenes machistas. El asesino se recrea en causar el mayor daño posible a su víctima, muchas veces no sólo sobre su cuerpo sino atacando a lo que más puede querer como los hijos. En el luctuoso caso de Reus sumamos un nuevo factor de preocupación social: la juventud de los protagonistas. Los estudios sociológicos desmienten la creencia de que las nuevas generaciones avanzan hacia la superación de los estereotipos de dominio machista. No es así. En algunos segmentos socialices no sólo no se ha producido ningún avance, sino que incluso puede contabilizarse un retroceso respecto a generaciones mayores. En definitiva, en nuestros jóvenes persiste el dominio de género, el rol discriminatorio en beneficio del sexo masculino se sigue imponiendo y no se perciben avances sustanciales hacia la deseada igualdad. Lamentablemente, casos como la muerte de Kelly, la primera víctima menor de edad de la violencia machista en España este año, corroboran hasta el último extremo esta triste realidad. No puede ser más preocupante que así suceda porque en la educación es donde debemos ganar la batalla contra la violencia de género. Es evidente que deben mejorarse las medidas de inmediato resultado como la mejora de la tutela policial y judicial, así como todas las asistencias sociales posibles para proteger a las víctimas. Pero la batalla a largo plazo sólo surgirá de un cambio de mentalidad social que debe producirse en la educación es colar y familiar. Estamos lejos de la meta.

 

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