El infortunio de Louis Chevrolet, genio de la automoción

A principios del siglo XX, Estados Unidos iba a la zaga con respecto a Europa en materia de automoción. Hablar de coches era hacerlo de Francia, Alemania e Inglaterra 
 

01 diciembre 2021 10:30 | Actualizado a 01 diciembre 2021 10:40
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Louis Chevrolet cedió su nombre a la marca de automóviles sin ganar ni un céntimo. Hijo de un relojero suizo, Louis fue el fervor encarnado que forjó un destino extraordinario y una marca eternamente famosa: Chevrolet. Era un ardiente piloto de carreras, un mecánico con destreza proverbial, un ingeniero que fue autor de invenciones sensacionales y un apasionado empresario, poseedor del fuego sagrado, pero también de una ingenuidad irritante. Cabe preguntarse: ¿Cómo es posible que un hombre tan brillante haya cedido su nombre a General Motors, sin recibir a cambio ninguna compensación financiera?

En 1913, tras una discusión con Billy Durant, director de General Motors, Louis cede al famoso fabricante de automóviles estadounidense, para el que había diseñado vehículos anteriormente, el derecho a utilizar en exclusiva, el nombre de Chevrolet. Lo que sucedió después fue cruel. El éxito de la marca Chevrolet no tardó en llegar. Y Louis no obtuvo ni un céntimo de esa montaña de oro en expansión y jamás se permitió el lujo de la melancolía y menos aún el auto análisis. Pragmático, concreto, Louis se implica a fondo y se pone manos a la obra. Hay que decir también que eso es lo que deseaba en su momento. A principios del siglo XX, Estados Unidos iba a la zaga con respecto a Europa en materia de automoción. Hablar de coches era hacerlo de Francia, Alemania e Inglaterra. El viejo continente era el fermento de los inventos de automoción. Pero muy rápidamente, los estadounidenses reaccionaron. Diseñan sus propios vehículos y pistas de carreras. La competencia ya no existe y se sienten exultantes.

El talento europeo puesto al servicio de la industria automovilística estadounidense y sus circuitos deportivos produjo verdaderas leyendas. Louis cuyo origen suizo era totalmente desconocido en el otro lado del Atlántico, fue visto como un genio de la velocidad francesa. La maravilla francesa de la velocidad, exclaman los periodistas estadounidenses, asombrados por la destreza del suizo. Louis pasó por Francia antes de emigrar a Estados Unidos. Apenas tenía diez años cuando su padre, sin un céntimo en el bolsillo, abandonó Suiza, para establecerse con su familia en Borgoña, en busca de una vida mejor.  

En el clan Chevrolet había intrepidez, una fuerza tranquila y también una connivencia que es muy difícil que exista entre la gente. Su cita con la historia tuvo lugar en mayo de 1905, en el antiguo hipódromo de Morris Park (Nueva York), Louis batió el récord de una milla. Fue su primera carrera. Luego condujo un Fiat. Fue una época bendita para él porque un año antes había conocido también a Suzanne Treyvoux, con quién se casaría. Su corazón logró conquistarla. 

Y llegaron después otras victorias, pero en el ámbito deportivo. Louis vuela de carrera en carrera, de éxito en éxito. Pero su ambición empresarial se enfrenta a la competencia de las grandes automotrices estadounidenses, Ford entre otras. La Chevrolet Brothers Manufacturing Company, que fundó en Indianápolis con su hermano Arthur en 1921, no se mantuvo por mucho tiempo. Pero Louis poseía una riqueza inquebrantable: el optimismo. Puso en marcha otros proyectos y su lema era «nunca te rindas». Hace unos años, se pidió a los estadounidenses que enunciaran los diez nombres más famosos de Estados Unidos y Chevrolet fue uno de ellos.

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