El niño perdido

Las imágenes muestran a un niño de diez años con los ojos enrojecidos e hinchados de llorar. Está perdido y agotado. Deambula en un día lluvioso por una inhóspita zona infestada de serpientes de cascabel entre la frontera que separa Estados Unidos de México.

El vídeo fue grabado y colgado en las redes sociales por un amigo del agente de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza que lo encontró cuando regresaba a su casa. El menor, originario de Nicaragua, viajaba solo, sin sus padres, integrado en un grupo de más de 180 centroamericanos que habían emprendido el viaje al norte con la esperanza de entrar a Estados Unidos. Pero se quedó dormido en medio del trayecto y cuando se despertó se vio solo.

«Yo venía con un grupo de personas y me dejaron botado y no sé dónde están», le dijo con la voz entrecortada y al borde del llanto al agente. El funcionario lo trasladó a las instalaciones de detención de la CBP en Donna, Texas, un lugar que ha sido fuente de polémica por las imágenes de miles de niños hacinados dentro de jaulas. La fragilidad de este pequeño ilustra el drama migratorio que se vive en la frontera entre México y Estados Unidos; el drama, en definitiva, de quienes huyen de la miseria en busca de una vida mejor. De una vida, en realidad.

El niño de esta historia, a pesar de todo, tuvo suerte; muchos otros continúan perdidos. O muertos –imposible no recordar la imagen del pequeño Aylan, aquel niño sirio cuyo cadáver apareció en una playa del Mediterráneo–. Algo habrá que hacer para detener esta tragedia. Por humanidad.