El ocio nocturno, la siguiente víctima

23 julio 2020 10:40 | Actualizado a 09 marzo 2021 19:57
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Tras escuchar ayer las palabras del president de la Generalitat, Quim Torra, y del recién nombrado secretario de Salud Pública, Josep María Argimón, respecto a las nuevas medidas que tomará el Govern para combatir los brotes de coronavirus, todo hace apuntar que la siguiente víctima de las restricciones será el ocio nocturno. Y es que los expertos llevan días denunciando que detrás de gran parte de los nuevos focos, que han disparado los casos positivos hasta números solo vistos durante el estado de alarma, se hallan muchas fiestas y reuniones nocturnas con los jóvenes como grandes protagonistas. Será, qué duda cabe, un golpe muy duro. Para los jóvenes, en sus modos de esparcimiento tras una primavera recluidos, y, sobre todo, para un sector de la economía que tiene en el verano su temporada álgida y para el que esta medida puede suponer, al menos en un buen porcentaje de los casos, el cierre definitivo. No hay sociedad acostumbrada a vivir en libertad que pueda soportar mucho tiempo hacerlo con un miedo generalizado. Pero en el contexto de una pandemia que está comiendo la moral día a día a millones de ciudadanos, entre nosotros y fuera de nuestras fronteras, perderle el miedo, el respeto, al coronavirus se está convirtiendo en un nuevo motivo de alerta sanitaria, apenas un mes después del final del estado de alarma y cuando creíamos sobrepasados los rigores del confinamiento y los primeros compases de la desescalada. La actual situación requiere de los jóvenes una mayor concienciación intergeneracional, porque deben entender y hacerse cargo de que su sentido de la invulnerabilidad no es infinito y de que pueden actuar como poderosos transmisores del Covid entre sus padres y abuelos, aunque ese no sea, lógicamente, ni su deseo ni su intención. El virus nos está demostrando que las medidas que hemos adoptado no son suficientes si cada uno de nosotros no actúa con la máxima responsabilidad y empatía y si los poderes públicos no son capaces de anticiparse al inquietante repliegue de libertades al que volvemos a asistir.

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