El peor argumento

Como mucho, el Barça podría jugar en la liga de Suiza o en la de Moldavia

11 septiembre 2017 11:04 | Actualizado a 11 septiembre 2017 11:05
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La última sesión celebrada en el Parlament de Catalunya habría hecho las delicias de Groucho Marx y su troupe, como simbiosis perfecta del surrealismo cómico y la astracanada política.
Aparte de burradas de mayor enjundia, también las hay menores, como el argumento legalista de un diputado del PP de que «la Constitución fue aprobada por el 91% de los catalanes», explicación que no es válida ya que muchos de aquellos electores de 1978 están muertos y la mayoría de los catalanes de ahora ni siquiera habían nacido entonces.

Ese es el problema de acudir al pasado para justificar el presente: que no sirve. También hace siglo y medio casi todos los documentos públicos del Principado eran en castellano y ahora, en cambio, no. ¿Y qué?

Se trata de la misma falacia con la que los separatistas intentan justificar la destrucción de España, remontándose a un pasado remoto y, en su caso, además inexistente, al menos desde la época romana. Lo importante no es, pues, el pasado, sino un presente que ha evolucionado y nos ha llevado a una situación que no coincide necesariamente con los intereses concretos de nadie y que en su complejidad debería ser el mejor argumento de los defensores de España y de su legalidad.

Esa realidad indica que una eventual independencia de Cataluña llevaría al empobrecimiento inmediato de sus ciudadanos entre un 15 y un 25%, a una inseguridad jurídica, crecimiento de las tensiones sociales y a su propagación sísmica por Europa. Lo indeseable.

Hasta el Barça dejaría de ser aceptado por las mejores ligas y, como mucho, podría jugar en la de Suiza o en la de Moldavia.Como ven, ése sí que es un argumento esclarecedor y no apelaciones a un pasado que ya no existe.

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