El pisito

El extraño cardenal cree que se lo merece todo; el palacio, el coche, el chófer...

19 mayo 2017 23:02 | Actualizado a 22 mayo 2017 21:22
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Hace muchos años que André Breton anunció la muerte del escándalo. Creía que había fallecido, ya que todos estamos curados de asombro, pero la realidad, que es muy terca, desmiente al surrealista. El cardenal Antonio María Rouco, que está más feo que nunca, lo ha resucitado. Milagro, milagro. El Vaticano lo apartó del arzobispado de Madrid, pero él se ha hecho un castillo famoso. Ha cumplido ya los 78 años, pero aún no ha cumplido sus aspiraciones, que parece que son las de abochornar a la jerarquía católica. ‘Redes Cristianas’ está pidiendo un escrache, por el amor de Dios. También lo solicitan la Asociación de Teólogos Juan XXIII, el Foro de Curas de Comunidades Populares y otras muchas agrupaciones que no han olvidado a Jesús de Nazaret. Todo por una mudanza. El monseñor se ha instalado en un pisito, enfrente de la catedral de la Almudena, valorado en 1,7 millones de euros, que tiene 350 metros, con seis habitaciones, cuatro cuartos de baño y una amplia terraza. Su sustituto, el arzobispo Carlos Osoro, vive en una residencia de ancianos desamparados en las afueras de Madrid. Cosas que pasan. Ya sabemos que las comparaciones son odiosas, pero únicamente para una de las partes comparadas. «No es lugar para cardenales», ha opinado el semanario ‘Vida Nueva’, con la debida prudencia. Los que somos debidamente imprudentes pensamos que el cardenal Rouco tiene muy poca vergüenza. Entendida la palabra en su tercera acepción del diccionario de la Real Academia, como estimación de la propia honra y la dignidad. El extraño cardenal considera que se lo merece todo; el palacio, el coche, el chófer, la terraza y los cuatro o cinco meódromos. ¿También el crucifijo que aparece en su cabecera? La estrepitosa situación delata que la soberbia es de índole demoniaca y que a veces ataca a algún pobre diablo recamado. Rouco cree que ha hecho tantas cosas por la Iglesia que tiene derecho a cobrarlas todas juntas, más IVA. ¿Quién echa a este mercader del templo? Lo difícil es desalojarlo de su pisito.

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