El político que no se puso la ‘hawaiana’

Empezar la campaña de la renta y mantener el plazo de liquidación mientras estamos todos cobijados en nuestras casas puede ser razonable pero desde luego es de lo más inoportuno

22 mayo 2020 08:00 | Actualizado a 24 mayo 2020 15:41
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Cuando yo era muy jovencito el padre de un buen amigo de aquella época falleció y hubo que ir a su entierro. En la puerta de la iglesia me encontré con mi amigo y le solté a bocajarro: «¡Vaya coñazo!», escueta frase que admitía múltiples significados, porque de ella no quedaba claro si lo que era un coñazo era estar allí, o si lo que estaba mal era morirse sin avisar un fin de semana. Mi amigo, que me conocía, no le dio más importancia, pero yo siempre consideré que había sido muy poco oportuno.

Todos algunas vez hemos sido inoportunos. Algunos tienen la particularidad de serlo casi siempre. Y unos pocos lo son todas las veces.

En principio, el inoportuno no es ni buena ni mala persona, simplemente «mete la pata», es decir, no está en el lugar ni en el tiempo adecuado, porque lo que dice no es que no sea correcto o verdadero, simplemente es que, como se dice, «ahora no procede».

El inoportuno muchas veces lo que expresa con sus actos es que únicamente le importa su realidad y un rábano la de los otros: es un egocéntrico. De estos hay muchos. El inoportuno otras veces es un simple, o más sencillamente, una persona que le cuesta adaptarse a los roles sociales o a las situaciones concretas. En casos extremos, el inoportuno es un mal nacido porque es consciente de sus actos y a pesar de ello sigue en sus trece.

Tener la cualidad de ser oportuno te hace ganar puntos. Es como salir en una casilla más ventajosa que la de los otros. Expresa generalmente que sabes muy bien cuál es la situación y lo que puede o no hacerse ante los acontecimientos. A lo largo de la vida me he ido encontrando con personas, de las que no tenía muy buen concepto, pero que en un momento concreto me han demostrado «ser oportunos». Y en estos casos, lo reconozco, mi estima por ellos ha crecido.

Curiosamente estas actitudes individuales también se reproducen en la Política y en la vida pública. En cierta manera nuestros políticos intentan «ser oportunos» con sus encuestas de opinión, pero en muchas ocasiones «meten la pezuña» hasta el fondo. Hemos visto algunos ejemplos recientes.

En esta época en que todos estábamos más o menos confinados y esperando que el virus no llamase a nuestras puertas, la ley catalana 5/2020, de 29 de abril, ha modificado el impuesto de sucesiones y donaciones en Catalunya. Sorprendentemente ha pasado casi desapercibida en los medios de comunicación. Es decir, cuando estamos temiendo por nuestras vidas, el legislador ha tenido la iniciativa de publicar una ley fiscal «sobre los muertos». Ya sabemos que el tema estaba previsto con anterioridad y que fue la suspensión de los presupuestos de la Generalitat lo que impidió su publicación a principios de año. Pero reconozcan que no parece el actual el momento más adecuado para comunicar a los ciudadanos catalanes que van a pagar bastante más por la sucesión de sus mayores, es decir, que a la pérdida de sus seres queridos van a añadir la pérdida de unas decenas de miles de euros más que antes, incluso en el caso de patrimonios pequeños.

No estoy comentando la bondad o no de la ley, de lo que habría mucho que decir, eso es materia de otro artículo. Simplemente, en mi opinión, el legislador ha sido de lo más inoportuno. Afortunadamente, con todos los sujetos pasivos en casa, nadie ha mostrado mucho interés, pero ya se pueden imaginar los comentarios cuando tengamos que explicar la liquidación de una herencia reciente.

Pongamos otro ejemplo tributario. Empezar la campaña de la renta y mantener el plazo de liquidación mientras estamos todos cobijados en nuestras casas puede ser razonable (el Estado necesita dinero para pagar todo este desaguisado y el que viene y las rentas son de ejercicios pasados), pero desde luego es de lo más inoportuno. Tanto, que todos vamos a pensar si es razonable que tenga que pagarse lo que se paga, para que te manden a tu casa o a tu residencia para morirte cuando por una vez en tu vida necesitas imperiosamente que te presten un servicio. Y especialmente lo van a hacer los que llevan muchos años aportando a las arcas del Estado.

Si oyen estos días las declaraciones de nuestros políticos y representantes sociales podrán observar un montón de inoportunidades, posiblemente algunos efectuadas con muy mala fe, y la mayoría simplemente con un desconocimiento absoluto de la realidad, o con nula falta de interés por los demás. Del que alude a «España nos mata» al que saca a sus seguidores con banderas españolas reclamando la libertad, a otros muchos ejemplos.

Si se fijan en la historia política verán que el éxito de un dirigente no se ha basado en la mayoría de las ocasiones en su ideología, sino simplemente si ha sido oportuno, es decir, si sus declaraciones y sus actos corresponden al lugar y al tiempo adecuado. Y ahora también será así.

Y permítanme que acabe, igual que he empezado, con una anécdota personal. Hace unos años me apunté a una travesía en un velero lujoso, que sin embargo advertía previamente que el ambiente sería informal. Todos entendimos que procedía camisa hawaiana. Todos, menos uno, que apareció la primera noche como si fuera a un cóctel madrileño de altos vuelos. A lo largo de los días de viaje tuve ocasión de hablar con él y me confesó que había sido presidente y fundador de uno de los partidos que formaron UCD. Había dejado la política. No me extraña.

 

Martín Garrido Melero es profesor de Derecho Civil de la Universitat Rovira i Virgili (URV). Con el Govern Maragall formó parte del grupo de expertos designado por la Ge-neralitat para elaborar el Libro de Sucesiones del Código Civil catalán. 

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