El problema de la ordenación de las mujeres

El Papa no tiene capacidad para autorizar la ordenación de mujeres, pues es custodio de la fe

19 mayo 2017 23:37 | Actualizado a 22 mayo 2017 11:33
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La ordenación episcopal de una mujer anglicana ha puesto de nuevo en el candelero la crisis de la Comunión Anglicana, que ha empujado a la Iglesia católica a acoger a los anglicanos que, aun manteniendo los ritos propios, quieren pertenecer en la Iglesia católica. A tal fin el papa Benedicto XVI creó en 2009 los llamados “ordinariatos personales” (Constitución Apostólica Angliconarum coetibus) que acogen a sacerdotes y fieles procedentes del anglicanismo y que no quieren continuar en esta comunión a causa de lo que creen son desviaciones fundamentales de la doctrina, como la ordenar mujeres al sacerdocio.

Hasta ahora se han creado tres ordinariatos, equivalentes a obispados, que tienen la especificidad de que los sacerdotes (un centenar en total) que proceden de la comunión anglicana mantienen sus ritos propios y por eso se diferencian de los católicos latinos. Además dependen directamente de la congregación para la Doctrina de la Fe y no de la congregación de los Obispos. A los ordinariatos se han unido también parroquias y clero Luterano, también disconformes con la decisión de incluir a las mujeres en el sacerdocio.

Los sacerdotes anglicanos casados pueden ordenarse sacerdotes católicos y lógicamente siguen casados. Esta nueva ordenación de los sacerdotes es imprescindible porque la Iglesia anglicana no conserva la tradición apostólica y por lo tanto el ministerio de los obispos anglicanos no es reconocido por la Iglesia católica como tales, a pesar de que en la época del cisma, en el reinado de Enrique VIII, eran todos obispos católicos.

Los sacerdotes casados, sin embargo, no pueden ser obispos, pues el ministerio episcopal se reserva a los sacerdotes que han vivido en el celibato. Lo mismo ocurre en las iglesias ortodoxas y en las iglesias greco-católicas donde es posible ordenar a hombres que hayan contraído matrimonio. El celibato es una disciplina eclesiástica y no forma parte del contenido de la fe, por lo que aunque extrañe a los católicos latinos, hay sacerdotes –ahora también los que proceden del anglicanismo—que están casados. Pero cuidado, no se casaron una vez fueron sacerdotes, sino al revés, cuando se habían casado. Matiz muy importante.

El primer ordinariato es el de Nuestra Señora de Walsingham que abarca los territorios de Inglaterra y Gales, y es el más numeroso con 81 sacerdotes. Fue erigido en enero del año 2011 y a su frente está el obispo Keith Newton. El segundo, llamado La Silla de San Pedro, fue erigido un año más tarde (2012) y abarca los territorios de Estados Unidos y Canadá. El tercero, Nuestra Señora de la Cruz Meridional, se encuentra en Australia y las misiones de los archipiélagos circundantes.

En la Iglesia católica y en las iglesias ortodoxas la ordenación sacerdotal está reservada a los varones por motivos que tienen su origen en la Revelación y en la Tradición, por lo que san Juan Pablo II, en 1994, y ante la polémica desatada con la ordenación de las primera mujeres anglicanas, estableció que el principio de que la ordenación sacerdotal se reservaba a los varones formaba parte del depósito de la fe. No por motivos sociológicos, históricos o disciplinares, sino porque así lo quiso Jesucristo, cabeza y Esposo de la Iglesia y se ha mantenido en toda la tradición católica. Jesucristo podría haber hecho otra cosa y no lo hizo. Esto no significa una discriminación para la mujer, pues el ministerio sacerdotal es esencialmente un servicio, y, además, la criatura más excelsa que ha creado Dios ha sido la Virgen María, una mujer, pero no estuvo en el Cenáculo entre los doce elegidos, ni la Virgen ni las santas mujeres que seguían a Jesús.

Todo está explicado en la Carta Apostólica “Ordenatio sacerdotalis” (1994) de san Juan Pablo II. En ella se dice con claridad que el Papa no tiene capacidad para autorizar la ordenación de mujeres, pues al ser custodio de la fe no puede cambiar ni la revelación ni la tradición. En este documento deja zanjado para siempre el tema del sacramento del Orden que lo reciben solo los varones.

San Juan Pablo II completa la doctrina de Pablo VI quien en 1977, en su documento Inter Insigniores, establece ya esa doctrina. Posterior a la publicación de Ordinatio Sacerdotalis se planteó una “duda” sobre si la cuestión de la ordenación sacerdotal reservada solo a los varones formaba parte del “depósito de la fe”. La respuesta (octubre de 1995) fue: “Sí”. “Esta doctrina –dice la respuesta-- exige un asentimiento definitivo, puesto que, basada en la Palabra de Dios escrita y constantemente conservada y aplicada en la Tradición de la Iglesia desde el principio, ha sido propuesta infaliblemente por el Magisterio ordinario y universal (cf. Lumen gentium, 25,2)”.

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