El reto del Memorial de Víctimas

Construir un relato deslegitimador de ETA será un trabajo difícil

19 mayo 2017 22:15 | Actualizado a 22 mayo 2017 14:42
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El reciente nombramiento del periodista vasco Florencio Domínguez para dirigir el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo me ha parecido una buena noticia. Florencio es un periodista de pocas palabras y mucho rigor. Nadie más alejado del afán de protagonismo y a años luz del tertulianismo que nos invade (a mí el primero). Durante décadas ha informado con precisión y sin complejos de la vida política vasca y la actividad terrorista de ETA, que como todo el mundo sabe, se han solapado hasta subordinarse la una a la otra. En su condición de familiar del superintendente de la Ertzantza, Carlos Díaz Arcocha, que ETA asesinó en 1985, es también víctima del terrorismo y a lo largo de sus libros y artículos ha mostrado una sensibilidad excepcional hacia el mundo de los abatidos por el terror y sus familias tantos años arrinconados y abandonados. En medio del torbellino informativo vasco, donde a los atentados se sucedían condenas, silencios, juramentos, reuniones, pactos, ingeniería policial, mecánica legal, reivindicaciones, formando un totum revolutum de imposible digestión, algunos mantenían la lucidez y la serenidad. Florencio Domínguez fue uno de ellos.

Había que estar dotado de un temple especial, de un tesón casi religioso y de un carácter metódico para poner en orden aquel puzle de acontecimientos, emociones, muerte y política que a tantos políticos y periodistas llevaba a un laberinto del que nunca encontraron la salida. Ese espíritu le permitió escribir una decena de libros sobre las entrañas de la organización terrorista imprescindibles para adentrarse en su inframundo y no quedar a merced de la propaganda nacionalista y sus teorías del conflicto, la equidistancia, los hijos descarriados, y toda la propaganda tóxica que por tierra, mar y aire ha contaminado tanto y a tantos incautos en Euskadi y fuera también. Pero hay que destacar en su obra de investigación, recopilación y estudio el libro Vidas rotas, un compendio impagable sobre las víctimas de la violencia terrorista desde 1968 a 2009. Reunir uno a uno a todos los abatidos y añadir a su nombre y filiación unos trazos de su vida personal, de su trabajo por la sociedad o la empresa y dotarles de la humanidad y relevancia civil que los terroristas y su entorno les negaba fue una aportación de enorme valor para sostener la memoria de las víctimas.

Ahora en su cargo institucional al frente del Memorial aquel trabajo le será muy útil. Pero yo como compañero también le diría: «Lo vas a tener crudo, amigo Florencio». Construir un relato deslegitimador de ETA, romper la estigmatización de las víctimas y neutralizar la propaganda abertzale es una tarea titánica en el País Vasco. Solo hay que pensar que la sociedad vasca aguantó a ETA 50 años. Y que la poderosa maquinaria de propaganda, influencia, tejido económico y social del abertzalismo hará todo lo posible para impedirlo.

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