El show de Trump

Ayer me desperté escuchando por la radio el estremecedor testimonio de una enfermera de 37 años que contrajo el coronavirus en marzo y ahora, siete meses después, aún tiene síntomas, entre ellos, fiebre y una cardiopatía que antes no tenía, así como una fatiga permanente que la cansa tanto que sus hijas le dicen que parece una abuela –insisto, tiene 37 años–.

La joven lamentaba la imprudencia de tantos que incumplen las normas de forma irracional sin ser conscientes del daño que pueden causar, a ellos mismos o a otros, incluidos sus seres más queridos. Afectado aún por el drama que padece esta sanitaria, escucho a continuación las bravatas de Donald Trump, «escapado» del hospital militar a la Casa Blanca contra la opinión de los médicos y quitándose la mascarilla mientras se jactaba de sentirse «mejor que hace veinte años», aconsejando a los ciudadanos que «no tengan miedo de la Covid».

A estas alturas, ya no sé si este personaje es un cínico, un insensato, un irresponsable… o todas estas cosas –y algunas más que se me ocurren– juntas. Claro que quizás él pueda permitirse serlo; al fin y al cabo, al primer estornudo tendrá a su disposición una legión de médicos y unos tratamientos que, desde luego, no están al alcance de la mayoría de sus conciudadanos.

Hay que ser muy mezquino para hacer un show mediático y con fines electoralistas –estoy convencido de que detrás de toda esta parafernalia se oculta una estrategia política; este señor no da puntada sin hilo– a costa de una enfermedad que se ha llevado por delante la vida de más de 210.000 estadounidenses y de la que están contagiados más de siete millones de los ciudadanos de aquel país.