El silencio de los corderos

A grito de «maricón te voy a matar» asesinaron a golpes a Samuel Luiz Muñiz en las calles de A Coruña. Eses grito, el mismo grito que ya asesinó a García Lorca hace más de 80 años, es el grito de la impunidad

09 julio 2021 18:40 | Actualizado a 10 julio 2021 05:14
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Los corderos. Ustedes y yo. Tranquilos mascando la hierba fresca que nos procuran los prados húmedos. Ahí estamos, una abejita por aquí, una mariposa por allá, imaginando que este escenario propia de Instagram es la realidad en la que vivimos, ignorando el cuchillo que el matarife nos va a calvar en la yugular antes de vaciarnos la sangre, las entrañas y despellejarnos mientras aún hay un soplo de vida en nuestro cuerpo. Eso sí, todo esto nos sucederá mientras aún mascamos la hierba, aún la abejita poliniza como una loca y aún la mariposa succiona el néctar de la lavanda. No nos habremos dado cuenta. Mientras seguimos callados y la historia de nuevo se nos precipita encima. No habremos reaccionado ante los avisos, habremos despreciado a los que nos están diciendo que no podemos permitir lo que ocurre. Habremos apartado la mirada de la violencia, no habremos reaccionado ante la amenaza y el insulto.

En la cuenta de Twitter de Vox apareció el otro día una amenaza al director del grupo editorial RBA. ¿Su pecado? Ser el grupo que edita la revista El Jueves. Vox lo amenazó directamente «sabemos dónde vive», porque según ellos la revista les insulta. ¿Recuerdan a Charlie Hebdo? ¿Ustedes también se colgaron el lema #jesuischarlie? ¿También salieron a la calle, se ofuscaron, se emocionaron ante el asesinato de los caricaturistas franceses en el 2015? ¿Saben una cosa? Ni ustedes no yo hemos sido nunca Charlie. No hemos sido nunca Londres, Paris, Bataclán, la Belle Époque, Atocha, Barcelona. Nada. Nunca hemos sido nada. Hemos seguido -como los corderitos- a los demás y nos hemos colgado el eslogan para quedar bien. Y a otra cosa que hay hierba que mascar. Y me dirán que cómo se me ocurre comprar una cosa con la otra…muy sencillo: el odio es el mismo. La caricatura, la sátira, representa todo aquello que el fascismo, el integrismo, no soporta: la libertad, la distancia crítica, la carcajada, la inteligencia y la provocación. Es la misma amenaza y ya veremos cómo se concreta.

El otro día y a grito de «maricón te voy a matar, asesinaron a golpes a Samuel Luiz Muñiz en las calles de A Coruña. Que si un móvil, que si iban borrachos. A golpes, uno a uno lo asesinaron. Porque ese grito, el mismo grito que ya asesino a Federico García Lorca hace más de 80 años, es el grito, el berrido, de la impunidad. Saben que en un par de días habremos olvidado, que estaremos en otra cosa, discutiendo sobre si hay que cerrar bares o no para evitar que los jóvenes se contagien del virus en su enésima variante, o de si los que han propuesto unos Juegos Olímpicos para el 2030 en los Pirineos merecen el premio la ocurrencia más absurda del año. ¿Recordaremos a Samuel la próxima semana? ¿Recordamos a Federico? El poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen dijo al recibir el Premio Príncipe o Princesa que tanto da, de Asturias, que no entendía cómo no se arañaban con las manos toda la tierra de Granada hasta dar con los huesos del poeta. Que él no podía entender como los españoles no se dejaban las uñas buscando a Federico. Mientras nosotros ya saben, a mascar hierba ya a callar.

Afortunadamente no todo van a ser malas noticias. Al menos, María ha recuperado en una cajita los restos de su padre, fusilado en Paterna represaliado por el franquismo. Se lo han entregado en una caja algo más grande que una caja de zapatos. Un par de huesos y un trozo de tela arrancados de la fosa común del cementerio en la que yacen los restos de más de 190 personas. Padres, hermanos, amigos, hijos, nietos de alguien, a los que durante más de 80 años hemos negado la existencia, la lápida, el reposo, el descanso y la paz.

Espero que la hierba nos aproveche a todos, pero mientras más valdría la pena no olvidar que toda amenaza que no se responde, toda violencia que se frivoliza, todo fascismo que se acepta o normaliza, acaba con muchos de nosotros -ay! corderitos- en la cuenta, esperando 80 años a que alguien nos reclame en el mundo de los vivos.

Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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