El vecino gran parque natural. Un lujo de Castellón, Tarragona y Teruel

Medio millón de bellas hectáreas. El proyecto del inmenso parque natural que une comarcas de Tarragona, Castellón y Teruel cobra más sentido con la pandemia

12 agosto 2020 08:06 | Actualizado a 12 agosto 2020 08:11
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A causa de las crisis sanitaria y económica, todas las comunidades  autónomas han dedicado recursos a publicitar sus atractivos turísticos y a captar visitantes de proximidad.

El miedo, la geopolítica, los intereses económicos y el rápido cambio de costumbres han propiciado que por primera vez el turismo de montaña supere al de sol y playa. Y se demuestra que el turismo de cercanías puede ser una notable fuente de ingresos que beneficia especialmente a las zonas rurales y a las pequeñas poblaciones.

En estas duras circunstancias, ha quedado aplazado el debate sobre el proyecto de un gran parque natural que abarca varias comarcas de las provincias de Teruel, Castellón y Tarragona. Provisionalmente llamado Parque Natural de la Corona de Aragón y también el Yellowstone Europeo, ya cuenta, de momento, con el apoyo de la Fundación Conservacionista Global Nature, la colaboración de la Generalitat Valenciana y las fundaciones Botín y Banco Santander.

Concebido como un inmenso corredor natural de más de medio millón de hectáreas, abraza tierras de una gran belleza y prácticamente desconocidas,  como son el Maestrazgo, Matarraña, Baix Ebre, el Maestrat, el Montsià, Els Ports, la Terra Alta y la Tinença de Benifassà. Y algunas de ellas se están despoblando. 

Proyectada como un paraíso de protección de la naturaleza, quiere convertirse en una zona alejada del mundanal ruido que atraiga al turismo nacional e internacional respetuoso con el medio ambiente y que busca paisajes auténticos, fauna autóctona, cultura y gastronomía.

Todo ello  comportaría riqueza y bienestar, a la vez que cuidaría y mejoraría el patrimonio natural. Es decir, un turismo parecido al que durante este verano se ha escapado de playas y ciudades para descubrir zonas rurales, montañosas y tranquilas.

No obstante, ya antes de ser presentado en público con más detalles, han aparecido organizaciones y entidades que se oponen al parque argumentando que hundirá el sector primario de las provincias implicadas.

Entre ellas destaca la Plataforma No al Yellowstone Europeo, que ha redactado un Manifiesto por la Vida Rural en contra del proyecto. Pero pese a estas plataformas y los clásicos recelos y prejuicios entre comunidades autónomas, comarcas y ayuntamientos, la idea sigue adelante.

Y vistos los cambios que comporta la pandemia, se siente con más y mejores argumentos para defender que se trata de una cuestión de prosperidad y de futuro.

Basado en experiencias de parques similares en Estados Unidos, Argentina y Sudáfrica, diversas fundaciones internacionales invierten en este tipo de iniciativas porque, además de ayudar a sostener el planeta, aportan valor añadido a los territorios donde se ubican.

Sin embargo, llámese finalmente Corona de Aragón, Maestrat-Beseit o  Europa Yellowstone, las reticencias ya han comenzado. Como pasó con PortAventura, con Ferrari Land o con los parques eólicos.

Aunque nadie sabe muy bien por qué, cada vez que en Catalunya suena la palabra parque, surgen defensores de la tierra hasta debajo de las piedras abandonadas en terrenos yermos, montañas inaccesibles y bosques descuidados y listos para arder.

El guión de los supuestos ruralistas se repite obstinadamente. Pérdida de un estilo de vida. Agresión al paisaje. Crecimiento de población. Desaparición de la fauna autóctona… Negacionistas hasta de la tecnología 5G, se oponen todo progreso.

Y en esta ocasión, ni tienen en cuenta que el polémico parque se ubicaría en una de las zonas más despobladas de Europa. Contradictoriamente, se quejan de la España vaciada, y prefieren mendigar subvenciones que formar parte de grandes marcas turísticas. Sin pensar nunca qué sería la Catalunya del sur sin algunas marcas como Costa Daurada, Salou, Priorat, Penedés… 

Para despejar dudas, mejor verlo con los propios ojos y gozar de estos paisajes de una hermosura singular, vírgenes y a veces hasta salvajes gracias a la no intervención humana. Además, están cerca de casa. Los precios son razonables. Su cocina es memorable. Se duerme fresco. Se dejan ver miles de estrellas. Se recupera el sonido de los grillos. Y se aprende que una misma cosa puede tener muchos nombres distintos en pocos y bonitos pueblos a la redonda. 

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