El velo

Estamos en una época en la que, constantemente, caen velos y muestran una realidad más cruda de lo que nos imaginábamos

18 junio 2020 07:10 | Actualizado a 19 junio 2020 09:33
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Peter Gabriel, ya entrado en sus setenta, escribió hace unos años una canción titulada The Veil (El velo) sobre el asunto Snowden. El lector recordará seguramente a este trabajador de la NSA que filtró a la prensa información sobre vigilancia en Internet.

Se me ocurre que estamos en una época en la que, constantemente, caen velos y muestran una realidad mucho más cruda de lo que nos imaginábamos.
Desde hace unos años, en España, ha caído el velo de la monarquía. Ahí donde muchos veíamos a un abnegado y campechano monarca que, a su manera, dirigía los destinos de la nación, contemplamos ahora a un personaje sombrío, acusado de cobrar comisiones y de realizar constantemente trapicheos económicos de envergadura. 

Desde luego, y relacionado con lo anterior, se ha caído también el velo de la justicia. Sabemos ya definitivamente que no es igual para todos, hay un empeño enorme en ponerlo de manifiesto cada día. El tan cacareado Estado de Derecho ha dado pase a una especie de Estado de Indefensión donde las personas son tratadas de forma desigual en función de su clase social o su ideología.

Otro velo que está en caída libre es el de la Unión Europea. Su inexistente papel en la crisis de la Covid-19 ha hecho saltar las alarmas. Vemos, día a día, de qué manera se impone el poder de los Estados por encima de lo que debería ser un órgano superior. Ni siquiera a nivel económico da la sensación de que haya demasiada coordinación. Los ciudadanos tenemos la sospecha de que transitamos mucho más hacia una Europa de los Estados que hacia una Europa de las Personas.

Hay muchos más velos que han caído o lo están haciendo. El del Estado de las Autonomías, por ejemplo. Incluso la autodenominada izquierda progresista del PSOE y Podemos se apunta de forma entusiasta al recorte de competencias y a la recentralización.  Caen también los velos de la protección al medio ambiente, del respeto a las minorías étnicas, de la igualdad de género...

Pero el velo más importante que está entrando en una crisis galopante es el de la democracia. Algunos, ingenuamente, pensábamos que era otra cosa. Imaginábamos una sociedad en la que el conflicto, siempre presente, se resolviera de manera civilizada a través del diálogo. Visualizábamos un sistema democrático que, lejos de ser un simple decorado, tuviera la misión de transformar en profundidad el mundo y la realidad. Soñábamos en un planeta donde las personas pudieran pensar por sí mismas y perseguir sus utopías.

¿Estamos a tiempo de ser optimistas? Creo que sí, pero hay que darse prisa. La voz de la gente tiene que hacerse escuchar más que nunca. Empecemos por cambiar nuestras empresas. Seguro que aportaremos, no un granito de arena, sino un buen ladrillo.
 

Franc Ponti. Profesor de innovación en EADA Business School

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