El verano está sobrevalorado la tontería parece que ha llegado para quedarse

El sueño. El verano no debería existir como tal. Ese concepto de pausa, de calma, de tranquilidad, de siestas, de vino fresco, de la rutina de ser felices, del hastío de la felicidad de Instagram... No debería

15 agosto 2021 19:00 | Actualizado a 16 agosto 2021 07:19
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El verano está sobrevalorado. La luz excesiva del sol, los mosquitos, las moscas, el repelente anti mosquitos, los mata-moscas tradicionales que las aplastan sin piedad, la protección solar -ese mundo de SPF y olores variopintos- la transpiración, el olor a fritanga del chiringuito, la ilusión fugaz, las colas en los aeropuertos, el peso de las maletas, las caravanas, las colas en los bares, las colas en las terrazas, el sol que te cae a plomo, la melancolía, las tormentas, los amigos, las discusiones con los amigos, la rutina de ser felices, el hastío de la felicidad de Instagram -mundos perfectos de familias perfectas de cuerpos perfectos de puestas de sol perfectas y de platos perfectos con sus sardinas perfectamente braseadas-. Sobrevalorado. El verano no debería existir como tal. Ese concepto de pausa, de calma, de tranquilidad, de siestas y de vino fresco. No debería.

No debería existir porque los talibanes han recuperado Kabul. Y ustedes me dirán que Kabul les importa un pimiento. Pues mal, les debería importar y mucho. De Kabul dependen muchas cosas, entre otras va a depender que puedan ir a un supermercado con cierta tranquilidad.

Hace veinte años -lo celebraremos en unos días el próximo 11 de septiembre- vimos desmoronarse las Torres Gemelas de Nueva York y con ellas la tranquilidad de un mundo autocomplaciente y despistado que creía saberlo todo.

Los talibanes no fueron los responsables de ese ataque terrorista directamente. Sencillamente daban cobijo a Bin Laden y los suyos, pero el resto ya lo saben: nos metimos de cabeza en el avispero de Afganistán y ahora salimos con el rabo entre las piernas, abandonando a su suerte a miles de personas. ¿Recuerdan el desastre de Siria? Pues de nuevo vamos a vivir lo mismo.

Luego obviamente tenemos a la pandemia y sus expertos. Bajo el sol inclemente de este verano he sufrido el acoso de los antivacunas. Por respeto y educación he decido escucharlos hasta que me han soltado que el virus está causado por el 5G y que Bill Gates está detrás de todo esto, que es un eugenista (esos que quieren especies puras y libres de virus), que las vacunas son puro veneno y que la culpa de todo la tiene la electricidad, y con las dos vacunas que llevo a cuestas me han implantado un chip (un chip!) para controlarme (a mí me pueden controlar lo que quieran que mi vida es más bien normalita)… Confieso que a partir de ese momento hacia ver que escuchaba pero el cerebro me hervía ante tanto sinsorgo.

Me agota defender mi posición y convicción de vacunada ante gente a la que quiero y respeto. Me agota escuchar conspiraciones mundiales que pretenden implantarnos un chip para transformarnos en clones de Bob Esponja. Me espeluzna tener que mantener el tipo delante de los super sanos, los que solo comen quínoa y granos multivitamínicos, y para los que la salud es una opción que solo tiene que ver con comer brotes y dejarse una fortuna en tiendas que huelen todas a eucalipto.

Tampoco sé dónde mirar cuando tengo enfrente a los pasotas de estilo «el virus es una gripe y yo las gripes las paso con un paracetamol y un güisqui». El mismo pasota al que no le importa ingerir todo tipo de substancias cuanto más alucinógenas mejor pero que huye despavorido delante de una jeringuilla con una vacuna.

El problema es que me paso el día disimulando, callando, suspirando y sonriendo forzadamente con una «bueno, ya sabes, quizás, pero ya ves». Ganas de huir y poner tierra de por medio. ¿Por qué son siempre los extremistas los que se llevan toda la atención? ¿Desde cuándo los expertos de pacotilla pueden opinar más alto que nadie? ¿Desde cuándo toda opinión es válida?

No. No toda opinión es válida ni debe ser tenida en cuenta. Nuestra obligación es estar informados, y el deber de cualquier medio de comunicación es de informar. La opinión es redundante y la mayor parte del tiempo no aporta nada. Háganme caos, infórmense y preocúpense por la caída de Kabul y por favor, vacúnense. El verano es una enfermedad que se pasa con la llegada del otoño, pero la tontería parece que ha llegado para quedarse.

 

Periodista. Nacida en Tarragona, Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari. Trabajó en la Comisión Europea y colabora en diversos medios. Vive entre París y Barcelona.

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