El viaje de la descarbonización

Un hecho es incuestionable: durante la transición, la economía deberá mantenerse sobre las fuentes de energía actuales de base carbono, aunque vayan reduciendo su peso

02 agosto 2021 08:56 | Actualizado a 02 agosto 2021 09:04
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Hemos iniciado un viaje hacia un cambio en la estructura de nuestra economía. Una estructura que ha de dejar atrás los combustibles fósiles y la emisión neta de gases efecto invernadero y convertirse en una estructura climáticamente neutra. La Unión Europea (UE) ha puesto fecha a este objetivo: 2050, y pone también los fondos económicos necesarios dentro del conjunto NextGenerationEU. Unos fondos temporales creados a raíz de la Covid-19 para acelerar y lograr los cambios estructurales que deben transformar nuestra economía.

Todos deseamos que este viaje se realice sin sobresaltos, que la transición energética que conlleva la descarbonización se realice evitando cualquier atisbo de frenazo o recesión e incrementando, incluso, la actividad económica que genere riqueza para el conjunto de nuestra sociedad.

Pero un hecho es incuestionable: durante la transición, la economía deberá mantenerse sobre las fuentes de energía actuales de base carbono -petróleo, gas natural y carbón- aunque con el tiempo vayan reduciendo su peso desde el 71% del total de la energía primaria consumida en la UE en 2020, hasta ser prácticamente testimoniales en 2050, pasando por una contribución prevista del orden del 45% en 2030.

La gran pregunta es: ¿será este viaje tranquilo y ordenado como deseamos, o habrá sobresaltos? El descenso en el consumo de combustibles fósiles mientras han de ser reemplazados es vertiginoso. Como referencia tenemos el parón económico sufrido a causa de la Covid-19, que ha supuesto únicamente un descenso inferior al 10% en el consumo de estos combustibles en el mundo.

La UE es dependiente y deficitaria de las fuentes de energía mayoritarias actuales. Importa cerca del 60% de sus necesidades de energía primaria. El origen de estos recursos -petróleo y gas- se encuentra principalmente en Rusia, Oriente Medio y el Norte de África.

La OPEP+, alianza que agrupa a un conjunto de países productores de petróleo que producen cerca del 60% del total mundial, regula el conjunto de su producción fijando la cuota correspondiente a cada uno de sus miembros. El objetivo es obtener un precio que maximice sus beneficios. Una maximización que simplemente es el producto de dos variables: producción y precio de cada unidad producida.

La caída prevista de la demanda de recursos de origen fósil a lo largo de los próximos años a causa de los programas de transición energética conduce a que los países productores de estos recursos prioricen aún más la maximización de ingresos mientras estos recursos sean necesarios. De hecho, actualmente la OPEP+ produce un 10% menos que antes de la pandemia y el precio del barril es un 20% superior –ha pasado del entorno de los 60 $/barril a los 72-. Sus ingresos son ahora, por tanto, superiores.

Este escenario, junto con la previsión de la OPEP+ de recuperar gradualmente su producción hasta entrado el 2022 a medida que la demanda se vaya normalizando, hace prever una sostenibilidad de los precios del petróleo en la banda actual e incluso superior mientras no sea el propio precio quien frene la demanda.

La evolución de la Covid-19, sus variantes y la carencia de vacunación general a nivel mundial son factores que pueden introducir volatilidad en los precios por descensos puntuales de la demanda, pero la OPEP+ las afrontará regulando su producción.

La transición

Hemos iniciado un viaje hacia un cambio en la estructura de nuestra economía

El incremento de la demanda y la sostenibilidad de altos precios de la energía conllevan inflación, como ya se está observando, pudiendo afectar a la velocidad de la recuperación económica en la UE y, en definitiva, a la velocidad de la transición energética.

No es de extrañar que tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal de Estados Unidos hayan flexibilizado recientemente sus objetivos de inflación del 2% permitiendo que pueda superarse temporalmente sin intervenir los tipos de interés, cuya subida frenaría la inflación pero frenaría también los flujos económicos que están reactivando la economía en convivencia con la Covid-19. Una hipotética subida de los tipos de interés ya no sería, como pronto, antes de 2023.

Los negativos efectos de una inflación estructural por los precios de la energía son la amenaza económica a corto y medio plazo que se cierne sobre la UE mientras se aborda la transición a un sistema energético climáticamente neutro. Son los primeros sobresaltos en los inicios de este viaje a los que los bancos centrales ya se adelantan.

El viaje es largo -hasta el 2050- y con los escenarios de hoy en día es de prever, después de estos primeros sobresaltos, un estrés al alza de los precios por otras reducciones de oferta simplemente derivadas de la falta de inversiones en nuevas prospecciones al dejar de ser energías del futuro. Las políticas económicas a aplicar dependerán de otros factores, especialmente de la salud que tenga entonces la economía.

A estos sobresaltos económicos es previsible que se unan otros de tipo geopolítico. La reducción de consumo de combustibles fósiles tensionará las relaciones entre los países de la OPEP+ por el reparto de cuotas. De hecho en el último reparto acordado ya han surgido tensiones con los Emiratos Árabes Unidos, que han reclamado un incremento de la suya, a lo que se ha accedido.

Y a largo plazo será conveniente que mientras la UE avanza en la transición energética tenga un ojo puesto en la salida hacia otras alternativas de ingresos económicos de los países que ahora dependen de las energías fósiles. Es una responsabilidad de la UE. No vale mirar hacia otro lado.

Al mismo tiempo ha de jugar con la ventaja de ser la primera región del mundo que aborda la transición energética y no será, por tanto, la última en ‘cerrar la puerta’ a las energías fósiles. Las ventajas a obtener -mejores condiciones climáticas y seguridad de suministro de energía- han de ser superiores a las desventajas que se derivarían de mayores desestabilizaciones en otras regiones del mundo por razones económicas.

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