El voto del norte

Pedro Sánchez puede ser hoy víctima de una galerna en el Cantábrico

19 mayo 2017 18:03 | Actualizado a 21 mayo 2017 15:16
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Casi cinco millones de vascos y gallegos están llamados hoy a las urnas para renovar sus respectivos parlamentos. La relevancia política intrínseca de estos comicios es incuestionable, especialmente si tenemos en cuenta el indudable protagonismo que ambas comunidades han ejercido y ejercen en la creación y desarrollo del estado autonómico. Sin embargo, en esta ocasión su importancia trasciende las fronteras de sendos territorios, pues cabe la posibilidad de que esta jornada electoral acabe desencallando el aparentemente irresoluble atasco que se vive actualmente en las Cortes españolas.

La composición del Congreso derivada de los últimos comicios permite matemáticamente diversas alianzas que alcanzarían la tan ansiada mayoría absoluta en la Carrera de San Jerónimo. Sin embargo, el acuerdo PSOE-Podemos-Ciudadanos ha sido explícitamente descartado por algunos de sus protagonistas, y un pacto PSOE-Podemos-ERC-CDC-PNV desataría en el seno socialista un grave motín de consecuencias imprevisibles. En consecuencia, si queremos analizar la cuestión con un mínimo realismo, debemos concluir que hoy día sólo cabe un gobierno liderado por el PP (eso sí, con diferentes fórmulas posibles de apoyo externo) o la convocatoria de unas terceras elecciones. Y es aquí donde las urnas vascas y gallegas pueden entrar en juego.

Por un lado, las encuestas auguran que el popular Alberto Núñez Feijóo revalidará su mayoría absoluta en el parlamento compostelano del Pazo del Hórreo, aunque este resultado por sí mismo apenas tendrá trascendencia a nivel estatal. Lo que realmente esperan en Génova es un descalabro socialista en ambas comunidades de tal magnitud (en Galicia probablemente serán terceros y en Euskadi cuartos) que hunda al PSOE en una crisis interna que acabe con la defenestración de Pedro Sánchez. De hecho, el secretario general socialista lleva ya algunos meses en el punto de mira de varios barones territoriales y dirigentes de la vieja guardia del partido (esa presunta izquierda que se encuentra más cómoda en 13TV que en La Sexta). Puede que esta noche comience a vislumbrarse el sombrío futuro político del joven líder socialista.

Por su parte, los comicios vascos se presentan ciertamente apasionantes. El PNV obtendrá previsiblemente una clara victoria que consolidará el momento dulce que vive esta formación durante los últimos tiempos (actualmente preside el Gobierno Vasco, las tres diputaciones forales, y catorce de las veinte mayores ciudades de Euskadi, incluidas las tres capitales). El tándem formado por el lehendakari Iñigo Urkullu y el presidente del partido Andoni Ortuzar (recordemos que los estatutos jelkides impiden compatibilizar cargos internos y públicos) ha devuelto a la formación centenaria unos niveles de apoyo popular desconocidos desde la marcha del escindido Carlos Garaikoetxea. Las actuales señas de identidad del partido (pragmatismo político, priorización de los problemas reales, gestión escrupulosa de los fondos públicos, pactismo en todas las instituciones…) ha dotado a sus candidaturas de una fuerza electoral imparable. El propio Miquel Roca ha alabado esta semana en La Vanguardia el rumbo tomado por el PNV, lanzando colateralmente un mensaje contundente a quienes han decidido emprender la senda contraria en la antigua CDC.

Sin embargo, el triunfo incontestable que probablemente logre hoy Iñigo Urkullu se quedará muy lejos de la mayoría absoluta, un resultado que nadie ha conseguido jamás en el parlamento gasteiztarra. De hecho, si las encuestas no fallan (una hipótesis muy aventurada atendiendo a los precedentes protagonizados últimamente por las imaginativas firmas demoscópicas españolas) será necesario el acuerdo de tres partidos para la elección del futuro lehendakari. Al margen de una delirante combinación que sólo parece ser viable en la cabeza de Arnaldo Otegi (PNV-Bildu-Elkarrekin Podemos) parece claro que el próximo Gobierno Vasco necesitará el pacto estable entre peneuvistas y socialistas (una fórmula clásica que ha dado muy buenos resultados en el pasado) y la abstención de una tercera formación. No parece probable que batasunos y podemitas estén por la labor, de modo que la última palabra probablemente la tengan los populares vascos. Parece que el exministro Alfonso Alonso no va a poder evitar que el PP siga siendo una fuerza electoralmente residual en Euskadi, aunque la aritmética parlamentaria quizás le conceda la valiosa llave que abre el palacio de Ajuria Enea.

Llegamos así al segundo escenario que puede convertir las elecciones autonómicas de hoy en unos comicios con una significativa repercusión estatal: es probable que el precio que exija el PP por respaldar a Urkullu en Vitoria sea que el PNV respalde a Rajoy en Madrid. Como decía el Dr. Lecter, “quid pro quo”. Es cierto que, analizando la cuestión desde un punto de vista estrictamente numérico, el bloque de 175 escaños que sumarían PP-Cs-PNV-CC se quedaría a un voto de alcanzar la cifra necesaria para investir al presidente. Sin embargo, si observamos la presión mediática que está sufriendo Pedro Sánchez por negar su abstención a una candidatura que dispone de 170 escaños, no es difícil imaginar la tormenta política y económica que se desataría si los socialistas decidiesen abocarnos a unas terceras elecciones existiendo ya un acuerdo que roza la mayoría absoluta con las yemas de los dedos.

A la vista del panorama, todos deberíamos prestar atención al recuento de votos de esta noche. Los ciudadanos vascos y gallegos por motivos evidentes, pero el resto también por las causas anteriormente expuestas. Dependiendo del resultado final, Pedro Sánchez puede ser hoy víctima de una galerna en el Cantábrico. Lo relevante no será sólo quién gana y quién pierde, sino cómo se gana y cómo se pierde. La posibilidad de que el PSOE implosione con unos resultados nefastos, o de que el PNV necesite -a su pesar- el apoyo popular para gobernar en Euskadi, pueden terminar cerrando el paso a unas nuevas elecciones generales en Navidad. Atentos a sus pantallas.

 

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