A los 92 años murió José Antonio Calvo Arnaiz, bilbaíno que, después de un recorrido por tierras americanas, se afincó en Tarragona como profesor de música de la Universidad Laboral y fundó en 1962 Juventudes Musicales, que presidió durante medio siglo.
El magnífico obituario que le dedicó Pedro J. Ortega valoraba su extraordinaria aportación en traernos los mejores músicos de España y de toda Europa, desde individualidades geniales a orquestas sinfónicas.
Uno de sus recorridos era desde la Plaça de la Generalitat, donde vivía, al Diari de Tarragona, para llevarnos entradas y pedirnos que divulgáramos el próximo concierto. Frágil de apariencia y voluntad de hierro, nadie ha hecho más para que Tarragona gozara de sesiones musicales.
En Sant Pau, entre su casa y el Diari, recibió el último adiós de una ciudad agradecida, mientras coros de ángeles le acompañaban al Paraíso.