Enfermedades que vuelven

También deberemos vacunar a la sociedad de determinadas corrientes que propugnan sin fundamento no vacunar.

 

26 enero 2018 19:30 | Actualizado a 26 enero 2018 19:31
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Sarampión, escarlatina, polio, paperas o tosferina son enfermedades cuya sola mención nos retrotrae a tiempos remotos. Más de una generación pasada tuvo que cruzar el obligado calvario que suponía padecer alguna de estas enfermedades. Afortunadamente, los avances de la medicina, y de una manera especial las vacunas, consiguieron relegar dichas afecciones a la insignificancia cuando no a la extinción total. Sin embargo, de unos años a esta parte han vuelto a resurgir casos de enfermedades que se daban prácticamente por erradicadas. Los cambios producidos en los usos sociales, sobre todo la movilidad de la población provocada por los flujos migratorios, así como la fuerte irrupción del turismo intercontinental, han propiciado un rebrote de estas enfermedades. También hay que señalar que determinados movimientos pseudomédicos que preconizan no vacunar han contribuido a que renazca la incidencia de estas enfermedades eficazmente combatidas con programas de vacunación. Estas actitudes rayanas en las prácticas de chamanismo o de curanderos, invocadas en aras de beneficiosas ideas naturalistas, deberían ser combatidas sin miramientos por las autoridades sanitarias y por las instituciones médicas. No podemos confundir las modas por lo natural y por los métodos benévolos de la abuela, con prácticas que pretendan sustituir los avances médicos probados científicamente. Hemos tenido que lamentar casos recientes de muertes de pequeños a los que sus padres habían negado las vacunas pertinentes. Estamos, sin duda, ante un caso patente de protección de menores y, como sociedad, estamos obligados a actuar con todos los mecanismos legales para proteger a los pequeños indefensos de movimientos tras los cuales se agazapan intereses espurios que sólo buscan comerciar con la buena fe de las personas que creen decidir lo mejor para sus hijos. La medicina no es infalible, pero no por ello debe sentirse acomplejada ante doctrinas emergentes cuyo único mérito es retornarnos a tiempos pretéritos, afortunadamente superados.

 

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