Entre teorías y prácticas

19 mayo 2017 20:34 | Actualizado a 22 mayo 2017 07:52
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Decía Josep Pla (o eso se cree) que Cataluña era la región más septentrional de Italia. Y en esas estamos. Sobrevivimos a base de golpes de efecto y de teatro. De una pomposidad que en Italia desataría risas y que aquí, que somos más tremendistas y dramáticos, provoca momentos históricos por encima de nuestras posibilidades (¿Alguien ha contado cuántos momentos legendarios llevamos en los dos últimos años?).

Uno de los múltiples defectos de los periodistas es que creemos saber de todo y esa sensación se la trasladamos al resto de la humanidad. Eso provoca que en los últimos meses sean incontables las personas que han venido a preguntarme cómo creía que acabaría la cosa (entiéndase por cosa la situación política). Y yo, que he venido a este mundo a dar felicidad, respondo en función de los gustos del interlocutor. Ya saben: miénteme y dime que me quieres.

El interrogador se marcha contento y yo puedo seguir a lo mío, que normalmente es menos transcendente que el futuro político, pero que a mí me provoca más placer. Hedonista que es uno.

Días antes de que supiéramos la elección de Puigdemont como Molt Honorable y cuando todos (periodistas incluidos) dábamos por hecho unas nuevas elecciones, hablaba con un político independentista que me explicó una teoría de ciencia ficción (y por tanto posible) sobre lo qué iba a pasar en Cataluña en los próximos meses.

Me contó que Artur Mas daría un paso al lado para investir President a alguien de CDC que no le discutiera, en un futuro a corto plazo, el liderazgo.

Que con ese gesto el líder convergente ganaba puntos ante el electorado y tiempo para resucitar a un partido que en unas elecciones en marzo se hubiera desangrado, pero que en un año… Vaya usted a saber.

Y que mientras tanto, Mas haría lo que han estado haciendo sus rivales políticos estos últimos años: Mirar como la gestión del día a día y la situación económica empiezan a quemar a los miembros del gobierno. Y aquí subrayen el nombre de Oriol Junqueras. Que además será el encargado de las cuentas públicas.

Cuando los discursos de la Arcadia se encuentren con la cruda realidad. Cuando Consellers i President tengan que pasar del dicho al hecho. Cuando se le pida a los ciudadanos que den un paso al frente y elijan (por ejemplo, a quién pagar sus impuestos) y cuando se vea que todo acto tiene consecuencia, sería, según este político, cuando el proceso independentista, tal y como se ha llevado, descarrilaría y aparecería de nuevo la figura de Mas para poner orden y erigirse como salvador. Un rol que, digámoslo así, no le desagrada.

Le escuché atentamente y cuando acabó su discurso me encogí de hombros y le dije «Puede ser» (ya ven mi capacidad analítica hasta donde llegó ese día). No hace falta decir que de la primera persona que me acordé el sábado de autos fue del político en cuestión. Y de una teoría que sería una vuelta de tuerca más (y van unas cuantas) de la política catalana en los últimos tiempos.

Sólo una recomendación: Obsérvenlo todo desde una prudencial distancia. Como el que ve una obra de teatro desde un patio de butacas. La única duda es si estamos ante un drama o una comedia.

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