Esa tenue neblina

La tenista Peng Shuai se ha volatilizado, tras denunciar públicamente los abusos sexuales cometidos presuntamente por el exvicepresidente de su país, Zhang Gaoli

28 noviembre 2021 09:30 | Actualizado a 28 noviembre 2021 10:49
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Las extrañas circunstancias que rodean la desaparición de la tenista china Peng Shuai se parecen tanto a evaporaciones previas de otros personajes incómodos para el gobierno del país, que resulta ya imposible no percibir cierta sistematicidad en este tipo de situaciones, frente a las que la mayoría de gobiernos occidentales esquivan interesadamente la mirada.

Por mencionar sólo algunos casos recientes, podemos recordar el misterioso offline del multimillonario Jack Ma, fundador de Alibaba Group y referente internacional en el mundo del nuevo emprendimiento. El principal accionista del Amazon chino no fue un estudiante especialmente brillante, y tuvo que realizar cuatro intentos para acceder en la universidad. Aun así, desde un principio tuvo claro que su futuro pasaba por aprender inglés de forma fluida, y dedicó varios años a ofrecerse como guía turístico a cambio de perfeccionar el idioma. Sus andanzas lo llevaron hasta Estados Unidos, donde tuvo sus primeros contactos con algunos pioneros de las grandes plataformas tecnológicas. Ya de vuelta, en 1999, fundó un marketplace que fue creciendo hasta convertirse en un descomunal imperio de comercio online, con el beneplácito del Partido Comunista, del que era miembro. La corporación fue ampliando tentáculos en el ámbito de los medios de pago, de la concesión de créditos al consumo, de los servicios en la nube…

Jack Ma llegó a amasar, además de una fortuna personal superior a los 50.000 millones de dólares, un gran poder. Quizás demasiado. Tan fuerte y seguro se veía, que se atrevió a criticar públicamente la forma en que el gobierno chino gestionaba el mercado financiero nacional, durante la Cumbre de Bund celebrada en Shanghai hace justo un año. Y ahí se acabó todo. Eclipse total. El hombre más rico del país desapareció durante meses, las autoridades iniciaron una amplia investigación sobre sus negocios, y los reguladores de Beijing frustraron la salida a bolsa de Ant Group, la rama financiera del grupo, por orden directa del mismísimo Xi Jinping, según The Wall Street Journal. Algunos medios occidentales conjeturaron con su posible fallecimiento, quizás de muerte natural (probablemente porque, como decía aquel, es natural que estires la pata cuando te meten una bala en la nuca). Sin embargo, no estaba muerto, pero tampoco estaba de parranda, como cantaba Peret. En enero de 2021, Jack Ma reapareció telemáticamente en la entrega de unos premios para profesores rurales que lleva su nombre, sin dar la menor explicación sobre su dilatada ausencia. Desde entonces, no se le ha escuchado ninguna crítica al gobierno. El Partido Comunista dejó claro quién manda.

Con sus peculiaridades, algo relativamente parecido le sucedió a una de las mujeres más ricas de China, Duan Weihong, quien construyó su fortuna gracias a sus privilegiados tratos comerciales con el exprimer ministro Wen Jiabao, y con su esposa, Zhang Peili. Al igual que Ma, cuando la empresaria tocaba el cielo de las finanzas, desapareció de un día para otro sin dejar rastro. Nada se supo de ella durante cuatro años, hasta que su exmarido, Desmond Shum, decidió denunciar el caso desde su exilio británico en el libro Red Roulette: An Insider’s Story of Wealth, Power, Corruption, and Vengeance in Today’s China. Fue entonces cuando Duan, que tampoco estaba muerta ni de parranda, telefoneó a su antiguo cónyuge para que frenara la comercialización de la polémica publicación, temerosa de que supusiera un peligro para el hijo que tienen en común. El matrimonio se hizo rico construyendo uno de los centros logísticos más grandes del mundo en el aeropuerto internacional de Beijing, entrando así por la puerta grande en el club de los milmillonarios del país. Mucho dinero, mucho poder y mucha influencia. Aunque parece que su desaparición se enmarcó en una campaña anticorrupción de las autoridades de la República Popular, Shum sostiene que fue víctima de una de las purgas gubernamentales que se emprenden regularmente para apartar a individuos que deben ser silenciados, mediante normativas retroactivas contra las que nada se puede hacer. No parece prudente poner la mano en el fuego por la honorabilidad de Duan Weihong, pero tampoco por la de sus fiscalizadores, a quien nadie fiscaliza.

En este contexto, la tenista Peng Shuai también se ha volatilizado, tras denunciar públicamente los abusos sexuales cometidos presuntamente por el exvicepresidente de su país, Zhang Gaoli. Esta grave imputación se produjo a través de un mensaje en redes sociales que fue rápidamente censurado por las autoridades chinas. Desde entonces, hace algo más de tres semanas, apenas ha habido noticias de la deportista, número uno en el ranking mundial de dobles en 2014. La prensa oficial ha difundido un sospechoso vídeo donde se ve a la jugadora en diversos eventos, pero sin pronunciar ninguna declaración de su propia boca. Debemos fiarnos de las tranquilizadoras palabras de Thomas Bach, presidente del COI, quien presuntamente mantuvo hace unos días una conversación con ella (un dirigente deportivo, por cierto, que en breve visitará China con motivo de los inminentes Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing).

Parece que los países occidentales tienden a mostrar una preocupación selectiva por el respeto a los derechos humanos en los países que todavía transitan su particular viaje hacia la democratización, aunque sea inevitablemente adaptada a la idiosincrasia social y al ritmo histórico del lugar. Casualmente, el potencial económico de determinadas naciones (como es el caso de algunos países del Golfo Pérsico) es directamente proporcional a la densidad de un curioso fenómeno atmosférico, consistente en una tenue neblina que dificulta la percepción de determinadas situaciones que serían implacablemente condenadas en regiones comercialmente irrelevantes. Algunos lo llaman Realpolitik. Otros, simple hipocresía.

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