Espectáculos de mierda: En apenas cinco días llegamos a la taquicardia mediática vía Estados Unidos

Se dice que a Trump le han administrado un cóctel de anticuerpos, aún en fase experimental. El fármaco se llama Regeneron. Regenerón democrático necesitamos todos, por vía de urgencia, antes de ayer y en vena.

05 octubre 2020 08:00 | Actualizado a 05 octubre 2020 08:42
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Me dice una compañera, residente en New Jersey (EEUU), que no pudo ver el debate entre el presidente republicano Donald Trump y el aspirante demócrata Joe Biden. No por nada en especial, si no por imposibilidad física: solo aguanta unos pocos minutos de Trump expectorando demagogia. Por leve insomnio estuve también tentada a conectarme el miércoles a las tres de la mañana al debate. Reconozco que no lo hice ante el temor de que el leve insomnio tornara en vigilia perpetua como mínimo hasta después de las elecciones del 3 de noviembre y como máximo para la eternidad sin opción a pestañeo, dependiendo del resultado de las mismas.

Cuando vi los resúmenes de la cosa al día siguiente, celebré mi raro momento de sensatez. Es imposible debatir con alguien que no quiere hacerlo, que asume que las reglas son válidas para todo el mundo excepto para sí mismo y que aboga por LA LEY Y EL ORDEN (así, en mayúsculas) como eslogan para su campaña pero cuyo significado escapa a su intelecto como quedó patente en el llamado debate, que no fue sino interrupciones, exabruptos, calumnias, falsedades y gritos. No en vano, el evento de Cleveland fue descrito por columnistas y comentaristas de reconocido prestigio en EEUU como «un desastre incendiario-en un fuego de basurero-en un tren descarrilado» (genial), «el peor debate en veinte años de profesión periodística» (objetivo), o, en resumen, «un espectáculo de mierda» (sintético).

Dos días después, en los que las hordas trumpianas asaltaron las redes sociales con fotos de Biden retocadas para que pareciera que llevaba un pinganillo en el oído (a través del cual alguien podía sugerirle respuestas) y en los que los periódicos serios clamaban por la reforma de los debates, por cerrarle el micro al presidente o por, directamente, cancelarlos (la opción más sensata y recomendable para el sueño de la humanidad), Trump anunciaba que se había contagiado de Covid-19.

Contagiado posiblemente por una asesora con la que compartió avión antes de llegar al debate y con la que discutió cuestiones de la campaña sin, por supuesto, mascarilla de por medio. El séquito de Trump en Cleveland, -informaba el Washington Post-, entró en la sala sin llevar mascarillas pese a ser obligatorias. Por encima del bien y del mal, las reglas no van con ellos, pero sí, luego regurgitan «Ley y orden».

El sábado amanecíamos con la noticia de que el presidente había sido trasladado a un hospital militar. Por lo visto tose, tiene algo de fiebre y sufre fatiga. Su equipo dice que el traslado es por prudencia. Una cuidadosa prudencia que desde la Casa Blanca no se ha recomendado a sus ciudadanos. EEUU registra 213.000 muertos. Para Navidad esta cifra se podría doblar.

En los próximos días el mundo estará exclusivamente pendiente de la evolución de un presidente enfermo que, después de desafiar postulados científicos y de denostar a su propio Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), no le queda otra que recurrir a la ciencia médica y cruzar los dedos. Pese a que la enfermedad de un candidato no debería alterar la celebración de las elecciones, esta situación extraordinaria abre un sinfín de posibilidades que, vista la adicción de Trump a copar los titulares de forma ininterrumpida, a saber qué sorpresas nos depara.

Ante semejante aluvión taquicárdico de noticias, no es de extrañar que la que la administración Trump propició el jueves pasara de puntillas: EEUU limitará en 2021 a 15.000 los refugiados que podrán ingresar en el país a través del programa establecido para ello (recordémoslo, un país que se ha enorgullecido de su pasado migrante y de ser tierra de acogida). Las cifras en pasadas administraciones rondaban las 100.000 personas acogidas legalmente. Según el gobierno Trump, hay que proteger a los estadounidenses de los refugiados en tiempos de Covid-19, esa enfermedad que, según dijo el presidente en febrero, «va a desaparecer, como un milagro». Eso sí, su gestión ha hecho de todo menos proteger a los ciudadanos. El cinismo más cruel, marca Casa Blanca.

Trumpitos por todo el mundo


Vista la polarización de la sociedad estadounidense, el milagro sería que el trumpismo desapareciera. No lo va a hacer ni si Trump pierde las elecciones (y acepta el resultado, que esa es otra). Por desgracia –o por cinismo electoral, más bien-, su estilo, visión e ideología está siendo replicada en diferentes partes del mundo y han salido trumpitos en Gran Bretaña o Brasil, con aprendices en la Comunidad de Madrid.

Se ha publicado que a Trump le han administrado un cóctel de anticuerpos, todavía en fase experimental, con el objetivo de fortalecer su sistema inmune contra el virus. El fármaco se llama, en otro giro hollywoodiense, Regeneron. Regenerón democrático necesitamos todos, por vía de urgencia, antes de ayer y en vena, para acción rápida si queremos evitar que los trenes descarrilen y los vertederos se incendien demasiado cerca de nuestras casas.

Lali CambraTrabaja en Médicos sin Fronteras, donde cubre varios países de África y Sudamérica. Antes hizo de corresponsal para medios estatales en Sudáfrica. Comenzó de periodista en Tarragona.

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