Estado Islámico: el factor turco

El movimiento turco-kurdo (el PKK) es considerado como terrorista por la UE

19 mayo 2017 20:14 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:32
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Primero de modo poco perceptible pero hoy explícito, la guerra de una amplia coalición internacional contra el terrorista Estado Islámico (EI) ha llegado a un asunto crucial en el orden político: la consideración inevitable del cada día más relevante ‘factor kurdo’.

A día de hoy, en efecto, el peso kurdo, y en concreto el de la comunidad kurda de Siria, alcanza tal importancia sobre el terreno que Washington lo atiende y apoya y aunque entiende salvaguardar su relación estratégica con Turquía, no puede ocultar ya su estima por su capacidad militar mostrada en las batallas de Kobane, en suelo sirio, y Sinyar, en territorio iraquí, ganadas por los milicianos kurdos con la ayuda de la fuerza aérea norteamericana. ¿Qué ocurriría sobre el terreno y en el tablero diplomático si unidades kurdas recuperaran Raqqa, la ‘capital’ del EI, fuera, pero bastante cerca del Kurdistán, en la orilla izquierda del Eúfrates y a solo cien millas de Alepo? Con su habitual contundencia, el Gobierno turco ha hecho saber que juzga al factor sirio-kurdo de la coalición anti ‘califato, las llamadas Unidades de Protección Popular, como una organización igualmente terrorista, hermanada de hecho con los kurdos turcos y su brazo político ilegal y terrorista, el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán).

La vieja rebelión kurda en el oriente de Turquía está bien documentada, por antigua, pero el ‘hecho kurdo’ de Siria, en cambio, aunque mayoritario en el noreste del país y con una población, dispersa y no bien censada, de unos cuatro millones de personas, ha sufrido una extraña hibernación. En mis antiguas visitas al país, además de evocar el asunto con las precauciones de rigor, siempre se me decía que había una especie de arreglo no oficial por el cual los kurdos, muy abundantes sobre todo en el área de Kamishli, la ‘capital’ de la región kurda, parecían coexistir con la situación sin más, eran más bien ignorados por el régimen que, por su parte, cerraba un ojo y la mitad del otro, ni siquiera los censaba de modo creíble y se ocupaba solo lo justo del asunto. Pero entonces no había violencia, ni EI aunque sí un profundo desapego y eso parecía bastar.

El movimiento turco-kurdo (el PKK) es considerado como «terrorista» por la UE y por Washington, pero su primo sirio, el Partido Kurdo de Unidad Democrática, no. Es, al contrario, un estimado socio del esfuerzo americano y esto es bastante para complicar la crucial y antigua relación estratégica con Turquía, un país de la OTAN desde 1952. Como era previsible, pues, el factor turco renace, es un protagonista de peso y un factor de complicación para Ankara, que quiere ser, al mismo tiempo, un distinguido miembro del esfuerzo antiterrorista y un adversario temible de uno de los socios del aguerrido club, los kurdos sirios.

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