Estiércol del demonio

Llamaba Papini al dinero estiércol del diablo. Se refería al gran dinero

19 mayo 2017 20:14 | Actualizado a 21 mayo 2017 21:32
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Quedan unos días, tres o cuatro, para llegar a consensos en política fiscal, ¡abracadabra!, y en la otra. ¡Dios nos guarde! Los barones del PP impulsan por su cuenta y por el riesgo que corre Rajoy lo que llaman democracia interna, que hasta ahora era mediopensionista. ¿Qué será de todo esto?, que dijo aquel poeta agonizante mientras se llevaba una mano al pecho. Ojalá lleguen a un acuerdo Sánchez y Rivera para cerrar los pactos que se quedan siempre entreabiertos, mientras continúa la redada. El último golfo de levita conocido es el llamado Ernesto Colman, dueño de Vitaldent, poseedor de 462 clínicas y casi el mismo número de coches de lujo y de caballos también de purasangre. La Policía le ha detenido antes de que cogiera su propio helicóptero y sus millones portátiles. Ojo por ojo y diente por diente.

Llamaba Papini al dinero estiércol del diablo. Se refería al gran dinero, no al que ganan con desproporcionado esfuerzo la mayoría de los trabajadores, que ese no llega a estiercol y se queda en cagarruta. El poderoso caballero sigue siendo el amo del mundo. Otro escritor, el desdichado y arbitrario León Bloy, para vengarse de él, mejor dicho de su ausencia, nos dio una pista para indagar la opinión que Dios tiene del dinero: no hay que fijarse más que en la gente a quien se lo da en esa ofensiva abundancia.

Uno, que ha conocido a muy pocos ricos de verdad, de esos que se pueden comprar un yate o un concejal de Turismo sin preguntar el precio, está obligado a reconocer que tienen algunas virtudes que no pueden compartir con los menesterosos. Por ejemplo, socorrer a los partidos políticos que le conviene que manden, aunque sea sólo durante una temporada, pero cuando más larga, mejor. Por eso se convierten en virtuosos de sus vicios y optan por el anonimato o firman sus donativos con pseudónimo, como esos escritores que prefieren pasar a la posteridad haciéndole absolutamente desconocidos varios nombres. A cual más sonoro.

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