Generación Bataclán. París ha logrado transformar el dolor en fortaleza

Motivo de orgullo. En la reconstrucción de la psique parisina ha habido mucha fuerza de voluntad y coraje. La noche del 13 de noviembre del 2016, la Ciudad de la Luz empezó a ganarle la batalla al miedo

15 noviembre 2017 10:55 | Actualizado a 17 noviembre 2017 16:55
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El verano parece infinito en París. Principios de noviembre y hace calor. Las calles desbordan de gente que se precipita a las terrazas. Camino por la Rue de Charonne, en uno de los barrios más dinámicos y lúdicos. Por suerte encuentro un sitio libre en la terraza de La Belle Équipe. Aquí en la aciaga noche del 13 de noviembre de 2015, veinte personas que celebraban un aniversario fueron asesinadas por las balas de los terroristas de Estado Islámico.

Empieza el atardecer y el latido de la ciudad es casi ensordecedor. De repente me doy cuenta que hemos dejado de estar tristes, que el miedo ya no es lo que sentimos al mirarnos los unos a los otros. Hemos reconquistado la ciudad. El 13 de noviembre del 2015 París sufrió el peor de sus atentados terroristas: 130 personas fueron asesinadas y 430 heridas por varios comandos islamistas durante una noche pavorosa. Los terroristas atacaron el Bataclán, bistrós como La Belle Équipe, Le Petit Cambodge, Casa Nostra, Le Comptoir Voltaire, Le Carrillon, dejando un reguero de heridos por todas partes, sangre, pólvora, sonidos extraños en la noche de París, metralletas, sirenas. Desconcierto y un miedo atroz. Todo el mundo en París recuerda dónde estaba cuando supo que la ciudad estaba siendo atacada. Todo el mundo tiene a alguien que murió, fue herido o sufre las consecuencias del estrés post traumático. Porque los terroristas atacaron directamente al corazón de la ciudad e hirieron profundamente a todos y cada uno de los que la habitan

París necesitó tiempo para recomponerse. Las estadísticas que nadie quiere confirmar hablan de un descenso del 40% de turistas el primer año. Las calles estaban vacías, las patrullas del ejército y la policía eran más numerosas que los japoneses en el centro de la ciudad. Recuerdo perfectamente el mes de agosto de 2016. Una ciudad casi fantasma: abandonada por todos, los que la habitan y los que la visitan. En la reconstrucción de la psique parisina, ha habido mucha fuerza de voluntad y coraje. Porque hay que ser valiente para volver a recuperar una silla en una terraza, sentarse en ella y pedir un café. O para volver a ir a un concierto, coger el metro o ir a un supermercado. Sencillamente hay que ser muy valiente para vivir una vida rutinaria y corriente, porque es en esa esencia donde somos atacados por el terrorismo. 

El recuerdo de esa noche me golpea de vez en cuando. Sin avisar, el horror te atenaza un momento, pero sigues caminando,  continuas, olvidas… Porque en toda superación de un trauma hay algo de olvido. Y estos últimos 24 meses, París ha olvidado lo suficiente como para recordar. Se ha permitido a sí misma una eclosión colectiva de alegría. Por eso ahora, dos años después, el dolor queda concentrado en las víctimas directas. Los demás hemos logrado transformar el dolor en fortaleza. Ese es el precio que se paga cuando hay que superar un trauma colectivo. Las víctimas no pueden imponer el relato porque si no no hay proyección de futuro. Recuerdo la entrevista que le hice a Claire Tassadit, candidata de En Marche (el partido de Macron en las legislativas) hace unos meses. Su hermana, Djamila, un exmaniquí, celebraba en La Belle Équipe junto a sus amigos un aniversario. Djamila fue una de las asesinadas. «No quiero perdonar, quiero comprender». Comprender permite mirar hacia adelante. París ha olvidado lo suficiente, y así ha reconquistado las calles, las terrazas, y los japoneses ya vuelven a ser más numerosos que las patrullas del ejército y la policía en el centro.

La generación Bataclán puede estar muy orgullosa, porque no importa lo que el futuro depare, que se perpetren más atentados o que mueran más inocentes. Esa noche del 13-N del 2015, París empezó a ganarle la batalla al miedo. Dos años después, nadie duda de su entereza. Hoy, en la Belle Équipe, dos impactos de bala en la fachada de la tienda vecina, son la cicatriz de una herida que empieza a sanar

 

Periodista. Nacida en Tarragona Natàlia Rodríguez empezó a ejercer en el Diari, trabajó en la Comisión Europea y colabora con diversos medios. Vive entre París y
Barcelona.

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