Hacia la «nueva normalidad»

Toda epidemia ha traído consigo importantes cambios sociales. Ojalá esta traiga una mejor convivencia

13 mayo 2020 09:15 | Actualizado a 13 mayo 2020 09:19
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Mientras avanzamos hacia la llamada «nueva normalidad», esa etapa en la que, una vez superado el confinamiento entremos en una fase de relativa libertad, muy condicionada por el temor que nos causará un rebrote y el consiguiente regreso al pasado, ya hay quien habla de los cambios que se producirán. Argumentan que cada gran epidemia trajo una serie de transformaciones, y citan, por ejemplo, que la peste negra medieval alumbró una sociedad nueva muy diferente de la anterior  y un nuevo arte, el Renacimiento. Lo cierto es que el encierro general al que hemos sido sometidos ha permitido ver paisajes insólitos, atmósferas cristalinas en el centro vacío de las grandes urbes, silencios espectaculares en los núcleos más ruidosos de nuestra cultura gregaria. Probablemente, la lucha contra la pandemia popularizará la batalla por un medio ambiente limpio, respirable; hará inaceptables los humos tóxicos de los tubos de escape de los motores de explosión; impulsará una convivencia menos agresiva, más discreta y silenciosa. Quizá, las ventajas del trabajo telemático terminen imponiéndose sobre la disciplina presencial que nada aporta al rendimiento del trabajador. Probablemente, muchos ciudadanos que puedan elegir su residencia por la movilidad virtual de su puesto de trabajo abandonarán las celdillas urbanas de sus colmenas e irán a disfrutar al campo abierto, a casas más baratas y amplias. A lo mejor, la mortandad que se ha producido en las residencias de ancianos altere las convenciones familiares, mejore el trato a los mayores y sugiera otras formas de relación, de atención, de conexión entre generaciones. Lo sucedido debería cambiar también los planteamientos estratégicos de la globalización. Es inútil que las potencias se sigan armando hasta los dientes una vez asegurada la capacidad de la mutua destrucción, y en cambio todo el orbe debería iniciar la tarea de prevenir estas mutaciones genéticas mortales que recuerdan patéticamente nuestra fragilidad. Ojalá sea esta, y no otra, la «nueva normalidad».

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