¿Hacia una nueva república?

Todas las fuerzas políticas y las entidades constituciona-listas de este país deberían movilizarse y mostrar a todos, otra vez y sin fisuras, su firme compromiso con la defensa de la unidad nacional

15 abril 2021 09:30 | Actualizado a 15 abril 2021 10:42
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Estos días, se ha celebrado el 90 aniversario de la proclamación de la II República y un año más hemos asistido a un bombardeo auténticamente almibarado sobre lo que fue dicho régimen. Su mitificación es absoluta y llevamos ya más de 40 años con ello. Cuando en realidad fue una república sectaria, excluyente y cainita donde se produjeron actos atroces, incluso incluso Manuel Azaña, el último presidente de la Segunda República, diría en sus diarios respecto a las políticas que caracterizaron dicho régimen: «Política tabernaria, incompetente, de amigachos, de codicia y botín, sin ninguna idea alta» y de muchos de sus dirigentes dirá: «No me importa que un político no sepa hablar, lo que me preocupa es que no sepa de lo que habla». Además, hay que tener presente que el advenimiento de la república lo facilita claramente la derecha, Hay una imagen icónica de la proclamación de la II República (que aparece en la mayoría de libros de texto) en la que se ve al joven teniente de Ingenieros Pedro Mohíno Díez, que se subleva y entre la multitud, en la Puerta del Sol, enarbola con entusiasmo la bandera tricolor (que entonces era la bandera del partido republicano) y que, sin embargo, el 18 de julio de 1936, siendo capitán y totalmente decepcionado por el rumbo que acabó tomando la misma, fue uno de los militares que se sublevaron al grito de «¡Viva España!, ¡Viva la república! ¡Viva el Ejército Honrado!» y sería por ello encarcelado y fusilado el 25 de agosto de 1936 por milicianos del Frente Popular. El destino de Pedro Mohíno resume la esperanza con la que muchos saludaron el advenimiento de la Segunda República y la desilusión y la gran tragedia en la que terminó.

Con la constante mitificación de la república, se persigue por parte de izquierdistas y separatistas precisamente crear las condiciones para establecer una hipotética III República, que supondría hoy, sin duda, la desintegración de España y por tanto su desaparición. Por eso es imprescindible que todo el mundo entienda lo que fue aquel régimen y lo que pretenden algunos ahora reinstaurar. Una república, no es por supuesto, por sí misma desechable, pero el precedente histórico nos obliga a tener muy presente el gran peligro que supondría hoy para nuestro país, máxime cuando vemos quienes son los republicanos actuales,

Hoy la Monarquía española presidida por Felipe VI sigue jugando un papel fundamental de unión y es una garantía para evitar la disolución de nuestra nación que muchos planean. Lo pudimos comprobar con su histórico discurso del 3 de 0ctubre de 2017, como respuesta a los secesionistas catalanes, que fue el catalizador de una impresionante manifestación ciudadana el 7 de octubre en Tarragona y el domingo 8 de octubre de 2017 en Barcelona, en la que más de un millón de personas desbordaron las calles de la ciudad enarbolando banderas de España.

Y por otro lado, ahora nos encontramos con un gobierno compuesto por el socialista Pedro Sánchez (farsante ávido de poder, enfundado en la mentira y la propaganda) y por esa especie de comunistas bolivarianos, encarnados por Pablo Iglesias (demagogo y populista totalitario con pretensiones estalinistas) que desde su populismo revanchista reniegan cada vez más abiertamente de la Constitución del 78 y del espíritu democrático y conciliador de la Transición. Un gobierno izquierdista, que entiende, como la izquierda de los años treinta, desde su pretendida superioridad moral, que la derecha carece de legitimidad para gobernar, y apuestan por la ruptura y la vuelta al frentepopulismo y a la república (Iglesias llamaba, hace poco abiertamente, a avanzar hacia una nueva república que llegará «más pronto que tarde»). Al igual que sus socios separatistas que no paran de repetir, con chulería, que «ho tornaran a fer» y que su principal objetivo es romper España e instaurar, si pueden, la república catalana y la república vasca (Otegui, dixit). Aunque desde la época de la república, lo que mueve realmente a los separatistas, más que la formación de una nueva nación, es el odio a la unidad de España.

Este es uno de los más graves envites al que nos enfrentamos hoy. Todas las fuerzas políticas y las entidades constitucionalistas de este país (incluyendo a los socialistas decentes que se oponen a esta deriva) deberían movilizarse y mostrar a todos, otra vez y sin fisuras, su unidad y su firme compromiso con la defensa de la unidad nacional, de la democracia, la libertad, la Constitución, la concordia y el bienestar de todos los españoles. España es una gran nación y entre todos tenemos la obligación de defenderla.

Salvador Caamaño Morado: Presidente Provincial de SCC Tarragona y miembro fundador de Foro Babel - Tarragona.

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