Hijo mío, tienes una gran responsabilidad

03 febrero 2019 17:54 | Actualizado a 05 febrero 2019 13:55
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Hola mi pequeño, mamá está asustada, aterrada. Cada día leo una nueva noticia sobre agresiones, violaciones, asesinatos de mujeres por parte de aquellos que comparten tu sexo sobre aquellas que comparten el mío.

Cada día se me sienta delante, en la oficina donde trabajo, más de una mujer que me relata su historia de violencia machista, y el impacto aún perdurable y demoledor que ha tenido en ella lo que alguien que comparte tu sexo le hizo.

Cada vez que voy a las escuelas de primaria o institutos veo violencia de aquellos que comparten tu sexo contra las que comparten mi sexo, y cómo no se hace nada para evitar que los de tu sexo aprendan inconscientemente ese derecho a vulnerar, agredir, menospreciar e intimidar a niñas, chicas o mujeres.

Cada día se me sienta delante, en la oficina donde trabajo, más de una mujer que me relata su historia de violencia machista y el impacto que ha tenido en ella 

Y aun ningún día he visto un hombre que se me siente delante y me diga, «hola soy un maldito agresor» de los que se creen con el derecho a tratar mal a las mujeres, o «hola soy un maldito cómplice» porque así lo he aprendido en esta mierda de sociedad machista que tanto se esfuerza en hacernos creer que ya no lo es.

Mi amor, debo decírtelo así de cruda y directamente para que tomes conciencia: perteneces a un sexo que potencialmente es un riesgo para las de mi sexo. Y ha de dejar de serlo. Tu hermana y yo, tu tita y tu abuela ya hemos sufrido agresiones por parte de aquellos que comparten tu sexo, todas las mujeres las sufren, consciente o inconscientemente, y no es normal, algo tan doloroso ha de dejar de ser normal.

Y yo sé dónde nace esa normalidad. Sé que haga lo que haga por ti, un sistema podrido e indecente te va a enviar señales contrarias que van a decirte lo contrario: que tú vales más que ellas, que tus deportes, profesiones, ideas, juegos son más «guais», importantes y molones que los de ellas que son sólo tonterías, que tú sí puedes tratarlas mal pero ay de ellas que respondan, que tienes el derecho y el poder de usarlas, tocarlas, dañarlas y que tu acción contra las que comparten mi sexo, aunque sea de lo más destructiva se puede tomar a risa, en broma, o librarte de sus consecuencias con un simple son cosa de niños, lo siento señoría no quería hacerlo. 

Sé que es mucho lo que te pido, lo sé y lo siento, pero la responsabilidad de cambiar la sociedad de la agresividad está en ti y en todos los que pertenecen a tu sexo privilegiado

Y no sabes cuánto lo siento, pero no puedo meterte en una burbuja y salvarte de esas señales porque campan por doquier a sus anchas y convertidas en normalidad, solo puedo recordarte cada día que tú tienes mucho valor, sí, pero ni más ni menos que el mismo que cada persona de este mundo tiene, y que tratar mal a alguien ni se adquiere por derecho legítimo ni nunca es normal.

Mi pequeño, espero que si un día el cuento de un sistema podrido de machismo te convence más que mis cuentos de igualdad te encuentres a otra Rosa en tu camino que sin justificar tus agresiones, por mínimas que sean, las condene y sea firme e irreductible en su reacción, porque hay muy pocas personas que sepan qué hacer ante las agresiones de los machos sobre las hembras. 

¿Cómo podemos esperar de ellas, las adultas incapaces de reconocer esas agresiones en ellas mismas, que sepan actuar? ¿y cómo esperar de ellos, incapaces de reconocerse como agresores o pseudoagresores, que sepan actuar? Nadie sabe cómo actuar porque nadie ha sabido qué hacer cuando le ha pasado, por eso ni familias ni jueces ni profes ni polis ni profesionales sociales, de la salud o lo que sean saben cómo actuar. En una sociedad donde la agresividad campa a sus anchas siempre se está en uno u otro lado de la cadena, o en ambos según hayamos aprendido los privilegios, o han sido víctimas y no han sabido qué hacer o han sido agresores o cómplices y no lo quieren reconocer, nadie se libra de estos extremos. Y así se crean en la sociedad los machos que luego dañaran y podrán llegar a matar, porque nadie antes actuó realmente para que la solución final no fuera «macho agresor», nadie les dijo firme e irreductiblemente que ni la agresión más mínima iba a ser tolerada. 

Pongamos un ejemplo, a tus amigas de siete años les tocan la vulva en el cole, las empujan, las golpean, las incordian, las insultan, nos lo explican día tras día, y cómo viven acostumbradas a ello porque no deja de pasar ya que nadie hace nada para que deje de pasar. Aun cuando «se lo dicen a la profe», ya han aprendido que «eso es lo que hay». Me explicó tu amiga que cuando le tocaron la vulva en el cole lo contó a la profesora, y ésta para poner en evidencia al macho agresor, lo explicó delante de la clase. Con esa actuación nefasta e insuficiente, tu amiga se avergonzó y aprendió que nunca más lo volvería a contar, porque todo el mundo se había enterado de lo que le había pasado, y a él seguramente le dio absolutamente igual esa acción tan simple y poco efectiva, seguramente incluso se rio e incluso sus amiguitos se rieron con él. Así tanto él como ella sintieron que «no pasó nada» y él aprendió que puede tocar cuando quiera a quien quiera, ¡Qué bien funciona la socialización de género!, lamentablemente. 

Mi pequeño, sé que te va a costar identificarlo, sé que lo vas a respirar, sé que puedes aprenderlo como lo aprenden todos, solo espero que mi acción amortigüe el riesgo que supone ser macho en esta sociedad, y no sólo te salves de ser un machirulo despreciable, sino que además no permitas que machirulos despreciables lo hagan. 

Sé que es mucho lo que te pido, lo sé y lo siento, pero la responsabilidad de cambiar la sociedad de la agresividad está en ti y en todos los que pertenecen a tu sexo privilegiado. Por mi parte te prometo que para evitar que seas uno más de los que normalizan las relaciones de poder entre los sexos yo voy a estar pendiente de ti y a cuidar con mucho amor para que no aprendas tan mal, cuidaré que sigas siendo el ser amoroso y bello que eres, te seguiré diciendo que puedes llorar y ser sensible, que eso no es debilidad ni es malo, y que es perfectamente compatible con ser fuerte y justo, y te contaré otros cuentos, para que no te creas los que te cuentan. 
Te quiere. Tu madre.

*Rosa Casas, antropóloga, feminista y educadora social. Es trabajadora social, cofundadora de la Asociación DHIDES, Mujeres y Hombres por la Igualdad y el Desarrollo, formadora en igualdad y mediación, profesora asociada de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de asignaturas de género y ocupación.

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