Incapaces de pactar

De nuevo serán los ciudadanos quienes deberán decidir, pero lo más probable es que volvamos a la casilla de salida. El pueblo ya ha reiterado que quiere un poder repartido.

 

18 septiembre 2019 18:40 | Actualizado a 18 septiembre 2019 18:56
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Cuatro elecciones generales en cuatro años es un bagaje revelador de la mala salud política de nuestro país. Que en todo este tiempo los partidos del arco parlamentario no hayan sido capaces de articular un pacto de gobierno demuestra su incapacidad de adaptación a las nuevas exigencias democráticas. Queda todavía una posibilidad remota de reconducir la situación. Los plazos legales establecen que hasta el 23 de septiembre habría tiempo para replantear la situación, pero tras la comparecencia de ayer de los líderes políticos implicados se hace impensable que el milagro de última hora pueda aparecer. Efectivamente, el Rey Felipe VI, tras la ronda de consultas de ayer, decidió no proponer a Pedro Sánchez como candidato a la investidura y comunicó su decisión a la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Pedro Sánchez ya había avanzado que no aceptaría el encargo sin tener garantizados los apoyos necesarios para formar un gobierno con garantías de estabilidad. El líder socialista ha rechazado cualquier fórmula que sólo sirviera para permitir la investidura pero que no garantizara la estabilidad de gobierno. Como dijo Pedro Sánchez en su comparecencia ante la prensa tras su entrevista con el monarca, «España no necesita un gobierno para la investidura, necesita un gobierno para la legislatura». Y este es el pacto que las formaciones con mayor representación en el Parlamento no han sido capaces de alcanzar. La correlación ideológica conducía a la lógica de un pacto entre PSOE y Unidas Podemos, pero Pedro Sánchez no ha querido transigir en un reparto de carteras con Pablo Iglesias. Su oferta ha quedado limitada a algunos altos cargos, pero sin presencia en el Consejo de Ministros. Su obstinación de pedir apoyo a cambio de migajas no se entiende. Como tampoco es comprensible el inmovilismo de Albert Rivera y su negativa a facilitar la gobernación del país. De nuevo serán los ciudadanos quienes deberán decidir, pero lo más probable es que volvamos a la casilla de salida. El pueblo ya ha reiterado que quiere un poder repartido.

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