Incertidumbre

Cuesta entusiasmarse, apasionarse con esta aletargada vida de mascarillas, rebrotes...

09 julio 2020 10:40 | Actualizado a 09 julio 2020 10:51
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Una sociedad que elude reconocer su vulnerabilidad, su culpabilidad, que busca desconocer la muerte, ha comprobado que los problemas globales exigen soluciones globales, ha confirmado que el supuesto equilibrio entre seguridad y libertad tiende a vencerse en favor de la seguridad.

Es hora de compartir enunciados negativos como aviso para las personas que no deseamos pasar por alto datos e impresiones negativas, pero no desesperanzadoras.

Afrontemos la escapista realidad como lo hace el héroe español Don Quijote, sin superpoderes.

Abordemos el síndrome post-UCI, que afecta aproximadamente a un cuarenta por ciento de los pacientes que abandonan los cuidados intensivos, pudiendo tardar meses en recuperar sus capacidades motoras y cognitivas.

Además la medicación puede inducir delirios, y en el caso del coronavirus, los pacientes han sufrido aislamiento de sus familiares. Sí, habrá de apreciarse posibles lesiones o daños neurológicos en quienes fueron hospitalizados y tuvieron que ser intubados.

La ciudadanía ha sufrido, y más de lo que muchos perciben, la colectividad está desorientada, el esperado crecimiento postraumático no aflora, cuesta entusiasmarse, apasionarse con esta aletargada vida de mascarillas, rebrotes, hidrogeles, cuarentenas.

Los clínicos estamos atendiendo a quienes muestran los síntomas de estrés postraumático, y a quienes conviven con lentitud cognitiva, fallos de memoria, angustia, depresión, crisis de pánico.

Se percibe una acallada tristeza generalizada, una melancolía del alma, una difícil elaboración de lo acontecido y de lo por vivir. Y es que nuestro cerebro, nuestra mente, nuestras conductas siguen siendo, y en gran medida, un misterio.

Respecto a convivir con un vulnerable, por edad o por patologías previas, obliga a extremar la prudencia, las medidas de seguridad, a decir no a muchas actividades en el exterior del hogar, a comprometerse desde la renuncia y la generosidad por amor. En todo caso, los vulnerables habrán de aislarse en gran medida, un confinamiento «voluntario», no impuesto, más difícil, pues mientras el resto disfruta de la libertad que dota a la vida de color. Su esperanza es en esos congéneres que no conoce y que seguro descubrirán la vacuna. Cuestión de tiempo, de amor a la vida.

Tiempos de zozobra, de duelo, de miedos, de búsqueda de una seguridad inexistente. La especie humana ha comprendido de su vulnerabilidad, de su intrascendencia para el planeta, para el Universo, para otras especies.

Humanos que nos desconocemos, pero percibimos la capacidad de cooperación, de solidaridad, de adaptación, de supervivencia.

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